La comunicación es una actividad esencial en la vida de cualquier ser
humano y esta se practica diariamente, casi sin pensarlo. A diario
comunicamos nuestras ideas, pensamientos, transmitimos información; y
podemos hacerlo con cualquier persona, de diferentes maneras; entre
ellas tenemos el lenguaje escrito, oral, las señales, en fin, una simple
mirada puede ser una forma de comunicarse. Pero el punto no es tan sólo
la comunicación, sino quien lo comunica y cómo lo comunica.
A
menudo nos topamos con el hecho de que una sola palabra puede tener
distintos significados, dependiendo del lugar en el que nos encontremos.
Y esto pudiera deberse a la formación que ha tenido cada persona y a
las ideas y costumbres de cada parte de nuestro país. Pero vayamos mas
allá de este hecho, ya que no sólo en diferentes regiones se presenta
este fenómeno, también podemos encontrarlo en los diferentes grupos
sociales, las familias y mas aun, entre los distintos grupos de jóvenes
que actualmente parecen tener su propio código para conversar entre si. Y
es precisamente en su forma cotidiana de hablar en donde podemos notar
que han ido incorporando palabras al lenguaje, o tomando otras ya
existentes, dándoles un nuevo significado.
Muchas de estas
nuevas palabras han sido tomadas de los diferentes medios de
comunicación masiva, siendo más frecuentemente la televisión quien
predomina en la generación de estas “nuevas formas de comunicarse”
(hagamos referencia no sólo a palabras, sino además a actitudes y formas
de vestir). Llamémoslo moda, puede hasta llegar a ser una forma de
adaptarse a los demás, de sentirse parte de un grupo, porque para muchos
(quizá la mayoría), el sentido de pertenencia es demasiado grande, y
para ser aceptado en un grupo social debes de cumplir con ciertas
características, en este caso, vestir, hablar y comportarse de una forma
similar a la de los demás. Y tal vez es por la insistencia de la
televisión de formar una cultura juvenil por lo que se ha ido creando
poco a poco la idea de que sino hablas, te vistes o te comportas de
cierta manera, no eres joven, o como muchos lo dirían “no estas en
onda”. Para citar un ejemplo, destacaremos a la que dentro de este grupo
de palabras ha sido más fácilmente captada por el público juvenil y se
ha convertido rápidamente en parte del vocabulario diario de todos
ellos, la palabra “wey”, que en la actualidad la escuchamos mínimo 10
veces al día.
Y pudiéramos pensar que es esta una forma de
simplificar el hecho de llamar a cada cual por su nombre, de no hacerlo
tan largo, o, como ya lo han señalado algunos, es “una forma de hacer
notar que en ese grupo todos son iguales”.
Probablemente esta
forma de platicar entre si, de comportarse y vestir no sea voluntaria,
pudiera deberse a que los jóvenes de hoy en día -e inclusive
generaciones anteriores- han sido creados ante el televisor, han
recibido su influencia desde muy pequeños, incluso antes de asistir a la
escuela, dejando ver así que “la televisión es la primera escuela del
niño (la escuela divertida que precede a la escuela aburrida); y el niño
es un animal simbólico que recibe su imprint, su impronta educacional,
en imágenes de un mundo centrado en el hecho de ver [...] el niño
formado en la imagen se reduce a ser un hombre que no lee, y, por tanto,
la mayoría de las veces, es un ser reblandecido por la televisión”, por
este motivo han perdido la capacidad de elegir, de pensar por ellos
mismos y se dedican a imitar lo que la televisión y algunos otros medios
les transmiten.
De lo anterior deducimos que el problema se
presenta desde niños, desde que a los padres se les ocurre controlar a
sus hijos plantándolos frente al televisor, dejándolos crecer
acompañados del Pato Donald, Mickey Mouse, Bart Simpson, Spider Man,
Goku, y muchos otros. Pero ¿qué pasa cuando el niño deja de ser niño y
se convierte en adulto? el autor Giovanni Sartori, en su libro
Homo-videns, lo señala de la siguiente manera:
“Se trata
siempre de un adulto sordo de por vida a los estímulos de la lectura y
del saber transmitidos por la cultura escrita. Los estímulos ante los
cuales responde son casi exclusivamente audio-visuales. Por tanto, el
video-niño no crece mucho más.”
Hemos dicho hasta ahora que la
televisión ha ido formando a los seres humanos desde niños, y que esta
los ha acompañado en cada día de su existencia, robándoles así la
capacidad de entender las cosas y pensar por sí mismos. A pesar de todo
esto muchos se preguntaran ¿qué pasa con la opinión del público que
recibe los mensajes de los medios masivos de comunicación? Y tal vez no
haya una respuesta concreta y certera para este cuestionamiento, pero
antes detengámonos a revisar el significado de lo que llamamos “opinión
pública”:
“En primer lugar, la opinión pública tiene ubicación,
debe ser colocada: es el conjunto de opiniones que se encuentra en el
público o en los públicos. Pero la noción de opinión pública denomina
sobre todo opiniones generalizadas del público, opiniones endógenas, las
cuales son del público en el sentido de que el público es realmente el
sujeto principal”.
Ya aclarado este punto, tenemos que la forma
más común en que la televisión y los otros medios recogen los datos que
presentan como “opinión pública” se da mediante encuestas, la mayoría de
las veces telefónicas o escritas, y que muy a menudo (casi siempre) la
información es manipulada, ya que la manera en la que se formulan las
diferentes preguntas de las encuestas influye mucho en las respuestas
que el público da a ellas, y estas son planeadas y ya esperadas por
quien las realiza, y, considerando que los encuestados son gente que en
ocasiones no conoce el tema y contesta al azar, tenemos que los
resultados arrojados por las encuestas nos presentan datos sin ninguna
validez oficial, dándonos como “opinión pública” lo que los medios
quieren que se denomine “opinión pública” y no lo que realmente las
personas opinan. “De todo esto se deduce, pues, que quien se deja
influenciar o asustar por los sondeos, el sondeo dirigido, a menudo se
deja engañar en la falsedad y por la falsedad”.
Podemos notar
entonces que en realidad las personas no cuentan con una opinión propia,
sino que son los medios de comunicación quienes les dicen prácticamente
qué es lo que opinan acerca de cualquier asunto, manipulando la
información.
Y qué tanto influye la televisión en las decisiones del público?
Demasiado.
Y para comprobar esto basta con dar un vistazo en los productos que
consumimos, y nos daremos cuenta que la mayoría de ellos (sino es que
todos) son las marcas que más publicidad tienen, los que vemos
constantemente en la televisión, escuchamos en la radio y vemos en las
revistas, pues la publicidad con que cuentan estos productos es enorme y
nos hacen creer que son los mejores del mundo. Pero este hecho no se
presenta sólo en la mercancía, ya que actualmente los medios de
comunicación pueden vendernos cualquier cosa, desde una casa, un auto o
una lata de sopa, hasta un presidente (recordemos las elecciones pasadas
en la República Mexicana, en las cuales los medios de comunicación nos
vendieron a nuestro actual Presidente Vicente Fox Quesada, con sus
botas, tepocatas, víboras prietas y la virgen de Guadalupe, quienes
fueron los que en realidad conquistaron la presidencia de nuestro país,
más que su propuesta política). Y de igual manera, así como los medios
pueden construir, también tienen el poder de destruir, (volvamos al
ejemplo de nuestro presidente, a quien ahora los medios que tanto
adoraron se encargan de destruirlo poco a poco) decidiendo así el rumbo
que han de tomar no sólo los ciudadanos, sino una nación en su
totalidad.
Otro acontecimiento importante de nuestros tiempos, y
que muchos dicen esta a punto de desplazar a la televisión, es la
llegada de Internet, y con el, la globalización. Pero para que la
Internet pudiera volver obsoleta a la televisión tendría que ponerse al
alcance de todos, cosa que no es muy probable ya que para tener acceso a
la red es necesario tener un mínimo de conocimientos y además es más
costoso.
Hablar de globalización es referirnos al hecho de que
en hoy en día podemos saber qué es lo que pasa en el otro lado del
mundo, conocer distintos lugares, conversar con gente de otras naciones,
y unir a todos en una sola ideología, pero “podemos ser iguales en
gustos, estilos de vida, ambiciones, criterios de éxito y otras cosas,
y, a la vez, estar fragmentados”, y tenemos que a menudo “los que se
sienten proyectados en el mundo, los ciudadanos del orbe, o son grupos
marginales o -cuando son muy numerosos- uniones momentáneas que se
apasionan, con la misma facilidad con la que se enfrían, abrazando
causas errantes y extravagantes”. ¿Entonces la globalización es
momentánea? No lo sabemos, pero Sartori se cuestiona: “¿La televisión
promueve una mente empequeñecida (aldeanizada) o una mente engrandecida
(globalizada)? [...] a veces una y a veces otra, pero a condición de que
no colisionen, porque si lo hacen, entonces prevalecerá la mente
empequeñecida”.
A lo largo de este trabajo hemos revisado la
manera en que el hombre es acompañado e influenciado a lo largo de su
vida por el televisor, y la manera en que gradualmente este lo va
educando y haciéndolo formar parte de una aldea global, la cual, al
tratar de unir a todos en un solo modo de pensar, sentir y proyectarse,
lo único que logra es que las personas pierdan su identidad, llevándolos
a formar parte de la masa, y llegándose a sentir extraños si es que no
están dentro de ella.
También hemos mencionado el poder de la
televisión y los otros medios de comunicación de masas para vendernos
productos que muchas veces no necesitamos, pero que por la inmensa
publicidad alrededor de ellos sentimos que son indispensables. Además de
estos artículos, la televisión nos vende modelos de vida, (a través de
programas juveniles, telenovelas, e inclusive los dibujos animados) que
nosotros adaptamos y nos llevan a comportarnos y vestirnos de formas con
las que normalmente no estaríamos de acuerdo.
Con todo esto,
queremos concluir en que las personas se dejan guiar por lo que los
medios les presentan, y aunque ellos piensen que tienen una opinión,
están opinando sólo lo que la televisión les ha inculcado ya.
Es
innegable que mientras los padres no dejen de educar a sus hijos con el
televisor como niñera, estos no dejaran de imitar lo que en ella ven,
ya que pasan más tiempo con la televisión que con su propia familia, y
aún así los adultos se quejan cuando sus hijos les llaman “wey”.
http://html.rincondelvago.com/influencia-de-la-television-en-la-educacion.html
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