Los cultivos transgénicos en México
En este milenio que comienza, las nuevas propuestas tecnológicas en las
ciencias biológicas son sorprendentes. Los avances han sido tales, que hoy el
ser humano puede modificar la vida y crear seres nuevos. Los conocimientos
científicos y sus posibles aplicaciones han traído a la humanidad una
responsabilidad muy grande, la de vigilar que esta tecnología no se utilice de
tal manera que represente un peligro para la vida en el planeta. El desarrollo
de la biotecnología incorporó en años recientes la ingeniería genética, la más
polémica herramienta posible, por los alcances que tiene y las consecuencias
que puede acarrear.
Los organismos genéticamente modificados o transgénicos
Un organismo modificado por ingeniería genética, conocido como organismo
genéticamente modificado (OGM) o transgénico, puede ser una planta, animal,
hongo, bacteria o alga, entre otros, a cuya cadena de ácido desoxirribonucleico
(ADN) se introducen genes de otro organismo. El organismo del que se toman los
genes puede pertenecer a la misma especie o ser de una completamente distinta,
incluso de un reino diferente. En teoría, esto significa que se pueden tomar
genes de una bacteria e introducirlos a una planta o a un animal; o pasar genes
de una planta a un ratón o a células humanas. Por lo tanto, los OGM son seres
vivos nuevos, inéditos en la naturaleza y poseen información genética que no
existía en su especie.
Hasta ahora, hay dos usos de los organismos transgénicos: la liberación
al ambiente (en ecosistemas terrestres o acuáticos) y la producción de
medicamentos o uso confinado, en la que no hay una liberación intencionada al
ambiente.
Los riesgos de que estos organismos sufran modificaciones una vez
liberados varían de acuerdo con su construcción genética, pues se desconoce
cómo se van a comportar en el ambiente, en situaciones distintas a aquellas en
las que fueron creados, además de que se ignora si representan un riesgo para
el consumo animal o humano. Greenpeace ha externado su preocupación por este
hecho y ha llamado a tomar precauciones antes de liberar a los organismos
transgénicos, pues se podrían generar problemas ambientales a mediano y largo
plazos que se sumarían a los existentes. Los posibles efectos pueden no ser
evidentes en las primeras generaciones que adquirieron la modificación sino
años después; entre ellos destacan: acentuar la pérdida de variedades criollas
y comerciales (erosión genética) por la sustitución de estos cultivos
innovadores en los que se busca la homogeneidad de materiales; una vez ocurrido
el flujo genético, si las especies que adquieran los transgenes mantienen las
ventajas adaptativas introducidas pueden desplazar a otras especies del mismo
ecosistema; las condiciones ambientales, pueden traer efectos negativos en el
desarrollo de las especies que adquirieron los transgenes; acelerar el
desarrollo de resistencia de los organismos patógenos para los que se diseñaron
los cultivos. En el caso de la resistencia a insectos (presente en 29 por
ciento de los cultivos transgénicos comerciales) las plantas producen su
insecticida durante toda su vida y esto significa la exposición en todo momento
de los insectos plaga a un factor de presión, que en cualquier ser vivo obliga
a desarrollar mecanismos de resistencia; desarrollo de resistencia a herbicidas
en parientes silvestres, incluso en "malas hierbas o malezas"; mayor
presencia de herbicidas en los productos que se consumen, el suelo y el agua,
debido a que 70 por ciento de los cultivos transgénicos comerciales han sido
modificados para resistir a herbicidas. Cifras de 1999 de comercio de estos
productos muestran un aumento en ventas. Más herbicidas también significan
pérdida de diversidad vegetal; efectos sobre organismos no blanco de la
modificación. Un indicio científico de esto fue generado (mayo de 1999) por
investigadores de la Universidad de Cornell, que encontraron que el polen
transgénico es transportado por el viento y depositado sobre una planta
silvestre conocida como "algodoncillo", alimento de las larvas de
mariposa monarca en territorio estadounidense. Los investigadores dieron a las
orugas algodoncillo espolvoreado con polen de maíz Bt, y 50 por
ciento presentó menor crecimiento y murió prematuramente.
Por ello, es necesario estudiar a fondo el efecto de las
transformaciones genéticas, ya que la dispersión de transgenes es irreversible.
Los organismos vivos tenemos como característica la capacidad de reproducirnos,
de dejar progenie que contiene la información transmitida por los padres. No es
como la aplicación de un producto agroquímico, que cuando se detecta que causa
daño se deja de usar. En este caso, tiene que hacerse un análisis a largo plazo
y pensar en otras generaciones que enfrentarán el problema.
Impacto en la salud
Los posibles daños a la salud es uno de los temas que más preocupación
ha generado. Se trata de un cuestionamiento de sentido común e inmediato: la
falta de evidencia no significa ausencia de riesgo. Existen muchos casos de
productos ya comercializados que han tenido que retirarse del mercado porque se
comprobó, luego de dañar a muchas personas, que sí tenían efectos directos o
colaterales en la salud. No es fácil detectar los efectos negativos en la salud
humana, pero hasta ahora la discusión se ha centrado en dos temas: reacciones
alérgicas y resistencia a antibióticos.
En el caso de las alergias, las nuevas proteínas, producto de los genes
introducidos, puedan ser alergénicas. Los genes que mayor preocupación y debate
han generado son los resistentes a antibióticos, pues no tienen ninguna función
en la planta a la que son introducidos; se utilizan en el laboratorio durante
el proceso de manipulación genética y se denominan genes marcadores.
Su objetivo es facilitar el trabajo de los biólogos moleculares para encontrar
las células en que se logró la modificación deseada. Expertos en microbiología
han manifestado que estos genes pueden transferirse a bacterias intestinales de
humanos y animales a través de la alimentación, así como a otros
microorganismos que habiten en el ambiente. Los microorganismos que puedan
integrar estos genes en su material genético serían resistentes al antibiótico;
esto es muy preocupante en el caso de bacteria patógenas.
Diversas instituciones internacionales han alertado contra su
utilización, entre ellas la Unidad de Agentes Bacterianos del Instituto
Pasteur, responsable del Centro Nacional sobre Mecanismos de Resistencia a
Antibióticos de Francia; el Consejo Médico de Berlín, la Asociación Médica
Británica, y los gobiernos de Suiza, Alemania, Francia, Reino Unido, Grecia,
Luxemburgo, Austria, Estados Unidos, Noruega, e India.
En México, no obstante que Greenpeace entregó a la Secretaría de Salud
información sobre la resistencia a antibióticos y el maíz Bt de
Novartis, una de las variedades transgénicas que importamos de Estados Unidos,
se desconoce si la dependencia tomó medidas al respecto. Igualmente, ignoramos
si se han tomado medidas con relación al consumo animal.
Para Greenpeace la principal preocupación es el impacto en el ambiente,
es decir la pérdida de biodiversidad (erosión genética) y la afectación de los
ecosistemas, que a la larga puede generar problemas de salud. En México, como
en otros países en vías de desarrollo, la problemática ambiental está muy
ligada a problemas de salud, derechos humanos y desarrollo.
Impacto en la agricultura
Aunque las y los campesinos pobres no pueden pagar estos nuevos
cultivos, su siembra se puede contaminar vía flujo genético. De ocurrir esto,
se ignora qué impacto tendrá a mediano y largo plazos. Las y los campesinos no
sólo enfrentarán la presencia de nuevos genes en sus cultivos, sino también un
problema legal, pues los transgenes están patentados.
Algunos productores cambiaron sus sistemas agrícolas y han empezado a
trabajar lo que se conoce como "producción orgánica", que limita el
uso de sustancias químicas y se opone a los transgénicos.
Producción de alimentos
La falta de alimentos, uno de los argumentos de la industria
agrobiotecnológica para impulsar la comercialización de OGM, no se debe sólo a
la forma de producción y la tecnología aplicada; involucra factores sociales,
económicos y ambientales generados por sistemas de producción tecnificados que
demandan mucha energía para producir altos rendimientos.
La desertificación por la agricultura comercial intensiva, la
ganaderización, el impulso de plantaciones forestales comerciales, entre otros,
contribuyen a que la población pobre no se beneficie de la riqueza generada por
los nuevos sistemas de producción. Se privilegia la producción agrícola para
alimentación animal, productos de exportación e industria.
Muchas propuestas de las transnacionales se refieren a alimentos
pensados para una población urbana y un poder adquisitivo alto y no con
problemas de nutrición. Es perverso argumentar que con los transgénicos se
resolverán los problemas de malnutrición de la población pobre al ofrecerles
arroz rico en hierro y vitamina A o maíz rico en aminoácidos. La solución es
generar condiciones que le permitan a la población, adquirir diversos productos
alimenticios para obtener las moléculas necesarias para un buen desarrollo y no
que su dieta se base en uno o dos productos.