La diferencia que existe entre una gigantesca ballena y una secuoya altísima resulta obvia e impresionante al tiempo, al igual que la que existe entre un hongo comestible y una bacteria microscópica. La tierra bulle de formas de vida diversas.
Los restos de organismos que han quedado impresos en rocas antiguas nos han permitido conocer a los seres que habitaban el planeta en el pasado: dinosaurios, mamuts, helechos gigantes, ammonites... Teniendo en cuenta únicamente los seres vivos conocidos y clasificados, existen más de dos millones de especies; probablemente el número de especies desconocidas es similar, y muchísimas más se han extinguido.
La vida, sin embargo, se manifiesta de formas contradictorias: en efecto, toda esa fascinante diversidad esconde sorprendentes aspectos uniformes. A nivel microscópico, por ejemplo, todos los organismos están organizados en unidades básicas, las células, "construidas" con el mismo tipo de macromoléculas y que funcionan sustancialmente de la misma forma; quizá más sorprendente aún ha sido descubrir que el código genético es idéntico en todos los organismos. En otras palabras, el proyecto de formas tan diversas de individuos (desde una mosca hasta una encina) está descrito (modificado) en los ácidos nucleicos utilizando el mismo alfabeto químico. Estudiando y comparando los seres vivos se descubre además la presencia de estructuras o funciones específicas que aúnan a grupos de organismos diferentes. El caballo, el pez, la rana, la golondrina, el hombre y la serpiente, por ejemplo, comportan una característica fundamental: una estructura de sostén interna constituida por vértebras. De hecho estos organismos son clasificados con el nombre de vertebrados para subrayar ese aspecto unitario fundamental, que trasciende las diferencias externas. El intento de proporcionar explicaciones para comprender y justificar la unidad y la diversidad de las formas de vida, lleva necesariamente a la búsqueda de correlaciones y agrupaciones entre los seres vivos, y... a la teoría de la evolución.
Los restos de organismos que han quedado impresos en rocas antiguas nos han permitido conocer a los seres que habitaban el planeta en el pasado: dinosaurios, mamuts, helechos gigantes, ammonites... Teniendo en cuenta únicamente los seres vivos conocidos y clasificados, existen más de dos millones de especies; probablemente el número de especies desconocidas es similar, y muchísimas más se han extinguido.
La vida, sin embargo, se manifiesta de formas contradictorias: en efecto, toda esa fascinante diversidad esconde sorprendentes aspectos uniformes. A nivel microscópico, por ejemplo, todos los organismos están organizados en unidades básicas, las células, "construidas" con el mismo tipo de macromoléculas y que funcionan sustancialmente de la misma forma; quizá más sorprendente aún ha sido descubrir que el código genético es idéntico en todos los organismos. En otras palabras, el proyecto de formas tan diversas de individuos (desde una mosca hasta una encina) está descrito (modificado) en los ácidos nucleicos utilizando el mismo alfabeto químico. Estudiando y comparando los seres vivos se descubre además la presencia de estructuras o funciones específicas que aúnan a grupos de organismos diferentes. El caballo, el pez, la rana, la golondrina, el hombre y la serpiente, por ejemplo, comportan una característica fundamental: una estructura de sostén interna constituida por vértebras. De hecho estos organismos son clasificados con el nombre de vertebrados para subrayar ese aspecto unitario fundamental, que trasciende las diferencias externas. El intento de proporcionar explicaciones para comprender y justificar la unidad y la diversidad de las formas de vida, lleva necesariamente a la búsqueda de correlaciones y agrupaciones entre los seres vivos, y... a la teoría de la evolución.
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