Investigadores de la Universidad de Nueva York han logrado que
partículas expuestas a la luz y alimentadas por químicos, formen cristales que
se mueven, se dividen y se vuelven a unir, casi como si estuviesen vivos.
Esta clase de trabajo genera una frontera difusa entre estar activo y
estar vivo.
Cada partícula esta hecha de un cubo microscópico de hematita, compuesto
de hierro y oxígeno, envuelto en una capa de polímero esférico. Una esquina
queda al descubierto.
Bajo ciertas longitudes de onda de luz azul, la hematita conduce
electricidad. Al colocar las partículas en peróxido de hidrógeno, bajo la luz
azul, reacciones químicas se catalizan cerca de las esquinas expuestas.
Al dividirse el peróxido de hidrógeno, se forman gradientes de
concentración, las partículas se mueven, agregando cristales que siguen a los
gradientes.
Fuerzas aleatorias separan los cristales, pero eventualmente se vuelven
a unir. El proceso se repite hasta que se apaga la luz.
Aunque la vida es difícil de definir, se puede decir que posee
metabolismo, movilidad y capacidad de auto-replicarse. Los cristales tienen las
dos primeras características.
Ahora están trabajando en una partícula que no es
móvil, pero tiene metabolismo y se auto-replica.
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