Al norte de Italia, en la costa del mar Adriático, se encuentra una de las ciudades más peculiares, y atractivas de nuestro planeta. Tal ciudad es Venecia, referida por muchos como “La Reina del Adriático” y por otros como “La Serenissima”. Mas sin embargo, todos los que la han visitado concuerdan que sólo se puede describir con una sola palabra: Venecia.
Lo que siempre ha llamado la atención de Venecia, aparte de sus hermosos palacios y refinado arte, es que no tienen calles. Sí, la ciudad fue diseñada para transitar en botes y no carruajes. El diseño de la ciudad es dominado por un ancho canal llamado Canal Grande. Este canal, que tiene la forma de una S invertida, separa los dos núcleos urbanos mayores. A ambos lados de este canal se elevan los majestuosos palacios por más de tres kilómetros. Otros canales menores, y aun otros mucho más estrechos, desembocan en el Canal Grande, formando una intrigada red. En total son unos 177 canales menores, creando unas 118 islas, las cuales se conectan entre sí por cerca de unos 400 puentes peatonales.
Tenemos entendido que originalmente en las islas sobre las cuales se edificó Venecia vivían pescadores en lo que no se pude describir como mucho más que una villa sumamente pobre. Entonces comenzaron las oleadas de los ataques de los bárbaros a las maravillosas ciudades al norte de Italia. Aquellos que lograron huir se refugiaron en la villa de pescadores una y otra vez hasta que se convencieron que en tierra firme su pellejo, y tesoros, no estaban seguros. Entonces comenzó la edificación masiva en lo que llegó a ser una de las potencias comerciales más poderosa que haya existido en el Mediterráneo. Claro, esta no siempre fue la historia del origen de Venecia que en una de sus glorificadas explicaciones proclamaba que habían sido ninfas las que designaron su existencia y en otra que fue fundada por habitantes de la antigua Babilonia.
Sí montamos las góndolas dirigidas por los gondoleros con sus largos remos. Siendo muy cierto que esta era la forma elegante, una carroza, de trasladarse las personas pudientes por los canales. Hoy en día las emplean sólo para complacer a los románticos turistas como nosotros. Una vez ya complacida la novedad, son los taxis lanchas los que se encargan de transportarle cuando ya no desee caminar más.
Sea en góndola o en lancha cerrar los ojos no es fácil en el paseo o movilidad. Son tantas las edificaciones preciosas que tal parecen surgir de las aguas que dan miedo hasta pestañar no vaya a ser cosa que en ese instante deje de ver algo. Muchos de los palacios y catedrales de Venecia son de la era del renacimiento. Santa Maria della Salute, próxima al Canal Grande, fue construida en el siglo XVII. Así son muchos los edificios, obras maestras únicas de nuestra civilización. Sólo uno de ellos sería el orgullo de cualquier ciudad del mundo. Como no sabemos si el camino nos volverá a llevar hasta esta encantadora ciudad y la cámara ya no puede tirar más fotos, tratamos de al menos ver lo más posible para siempre recordar los momentos y bellezas que esta ciudad le permite al visitante disfrutar.
Si las iglesias y palacios son bellezas en su exterior, la majestuosidad y esplendor en su interior son algo que le va a tomar un buen rato adaptarse antes de poder empezar admirarlos. Es simpático ver a los otros turistas anonadados por completo, como si el cerebro se les hubiese ido. Claro, después que recobran el habla se empiezan a reír de nosotros porque según ellos, nosotros también fuimos afectados por los asombrantes detalles y elegancia.
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