La teoría de la evolución busca respuestas acerca de la aparición de las especies (especiación) en nuestro planeta a través del tiempo. Las similitudes entre ellos y las adaptaciones al medio ambiente en que viven son algunos de los argumentos a favor de la teoría. Los registros fósiles y las pruebas moleculares también proporcionan evidencias suficientes acerca de estos procesos biológicos para darse como válidos.
Darwin es probablemente el primer nombre que viene a la mente cuando se habla de la evolución. Charles Darwin es uno de varios estudiosos que han pensado acerca de estos mecanismos. Linneo, Lamarck y Wallace (co-autor de la teoría de la evolución por selección natural, también propuesto por Darwin), son algunos de los nombres que más han contribuido en gran medida a la comprensión de la ciencia.
Más recientemente, August Weismann, De Vries, Fisher, Haldane, Mayr, Simpson, Stebbins, Romanes, Ruxley, entre otros, fueron capaces de explicar diferencias en las ideas de Darwin y Wallace por la teoría sintética de la evolución, o neo-darwinismo -el modelo de mundo actual-.
Con este propósito, las leyes de Mendel, posteriormente difundidas a la muerte de Darwin, contribuyó en gran medida para encontrar un modelo de descendencia/hereditariedad compatible con la teoría de la evolución. Curiosamente, Darwin poseía en su biblioteca las publicaciones del “padre de la genética” pero, sin embargo, pudo no tener la oportunidad de leerlas o comprenderlas.
Muchos científicos creen hoy que todas las áreas de la biología (genética, ecología, bioquímica, fisiología, embriología, la paleontología, y otros) sólo serán consistente si se contextualizan en un enfoque evolutivo. En este sentido, el genetista ruso Theodosius Dobzhansky (1900-1975) indicó: “Nada en biología puede tener sentido si no es a la luz de la evolución”.
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