Los chalecos antibalas están diseñados para dispersar la energía del
proyectil y deformarlo para minimizar la contusión.
Se componen de una armadura hecha de capas de acero reforzado, que es
resistente y efectiva pero también pesada e incómoda.
Sin embargo, algunas municiones pueden incluso penetrar el acero y requieren
otros materiales.
Los chalecos más novedosos emplean compuestos resistentes y ligeros de
cerámica y titanio superpuestos.
Las protecciones de materiales blandos no son tan resistentes pero son más
ligeras y pueden utilizarse con mayor discreción.
Están hechas con hebras entrelazadas de fibra sintética Kevlar.
Como en el caso de los chalecos antibalas tradicionales, las capas de este
material deforman la bala y dispersan su energía.
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