Casi 100 años después de que los hermanos Wright pilotaran por primera vez un
avión, a los físicos aún les cuesta dar una explicación simple de cómo los
aviones consiguen elevarse.
Y es aún más complicado cuando la aeronave está boca arriba.
Los aviones se elevan gracias a las alas que desvían la corriente de aire que
pasa por encima, como ocurre con el reactor de un cohete.
El flujo de aire tiende a adherirse a la superficie del ala, y la forma del
ala (el perfil alar) lo desvía en una curva que acaba hacia abajo cerca de la
cola del avión.
Al forzar al aire a moverse hacia abajo, se crea una fuerza ascendente.
Cuando el ala está en posición horizontal, este desvío del perfil alar es la
única fuente de elevación del avión. Pero si las alas tienen una inclinación
hacia arriba, el aire que alcanza la parte inferior también se desvía hacia
abajo.
Cuanto más inclinado sea el ángulo, más contribuye el aire desviado desde la
parte de abajo a la elevación total.
Cuando se pilota un avión boca arriba, las alas invertidas deben tener el
ángulo suficiente como para generar la fuerza de elevación que compense el hecho
de que el perfil alar esté hacia abajo.
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