Educación y consumismo
La
educación supone un proceso de crecimiento y de mejora como personas.
Hay personas que identifican felicidad con tener. La experiencia nos
dicta que la base de la autentica felicidad está mas relacionada con el
ser.
Se
trata, pues, de dos conceptos distintos de persona y de dos
concepciones antagónicas de la felicidad. La experiencia vital nos ayuda
a comprobar que la felicidad está muy cerca de cosas como la ayuda a
los demás, la labor bien hecha, el esfuerzo por alcanzar una meta y que
la posesión de cosas materiales produce momentos de ¿felicidad? que
pronto se desvanecen al desear otra cosa.
Llegar a ser personas felices supone luchar por vivir aquello que nos hace mejores, esto es, las virtudes.
Hay
virtudes que todos tenemos claro que nos hacen mejores, la generosidad,
la solidaridad, pero hay otras que la sociedad de consumo nos impide o
dificulta no ya vivir sino conocer, la sobriedad, la templanza, la
fortaleza.
¿El
consumo desenfrenado nos hace mas felices? ¿Es posible consumir
moderadamente? ¿En que consiste no ser esclavo del consumo, de las
marcas, de lo último?.
Los
padres a veces pensamos que nuestros hijos son consumistas y
caprichosos, ¿y nosotros? ¿dónde está nuestro umbral de consumo? ¿Es
malo el consumo en si mismo? Decenas de preguntas nos pueden surgir
sobre el tema de la sociedad de consumo.
Lo
que parece claro es que lo que sirve para nosotros sirve para nuestros
hijos. El proceso educativo y de mejora de nuestros hijos va
irremediablemente unido al nuestro.
Veamos algo sobre la sobriedad y contestemos a unas preguntas muy del día a día.
Por medio de la sobriedad, distinguiendo lo que es razonable y bueno, nos esforzamos por utilizar de manera moderada los cinco sentidos. Está muy relacionada con la fortaleza , ya que “negarle al cuerpo” lo que pide supone un ejercicio de dominio.
-
En el caso de que demos paga a nuestros hijos, ¿que han hecho con la
paga de la semana pasada? ¿En que la han gastado? Ha sido en cosas
necesarias o en caprichos comprados por impulsos. ¿Con que frecuencia
realizan obras de caridad? Parte de su dinero ¿lo dedican para ayudar a
los más necesitados?
-
¿Aprovechamos las cosas hasta el final, o las tiramos mientras aún
sirven?. En este punto convendrá descender a lo concreto, y ver qué
cosas hemos tirado en los últimos meses y en qué estado se encontraban,
ver si las hemos tirado porque ya no servían o por consumismo, ¿hacía
falta de verdad cambiarlas? (convendrá ser honrado con uno mismo, pues
es fácil engañarse)
- ¿Son nuestros hijos esclavos de las marcas y los anuncios? ¿Y nosotros?.
- ¿Intentamos conjugar el capricho (a veces es bueno “dárselo”) con la sobriedad?
-
La nevera es un buen termómetro de como se vive la sobriedad. Abramos
la nevera y veamos que cosas de las que hay son necesarias y cuales son
superfluas. ¿Es nuestro casa un hogar donde nunca falta de nada:
refrescos en la nevera, patatas fritas, dulces, aperitivos, etc..ó
usamos de estos en ocasiones especiales, para celebrar acontecimientos
familiares?
-
Muchas familias realizan las compras en supermercados. Esto brinda la
oportunidad de hacer una lista y ceñirse a ella. ¿La última compra se
ajustó más o menos a la previsión ó fue fruto del reclamo de las
estanterías?.
-¿Salir
al teatro, al cine es algo habitual, que no llama la atención o es un
acontecimiento? (Obviamente el buen cine y el buen teatro son cultura y
por lo tanto positivos, la pregunta se dirige hacia el “consumo” de
ambos).
Éstas
y otras consideraciones nos pueden orientar para vivir mejor la
sobriedad y, en definitiva, aprender a disfrutar de lo pequeño.
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