ENFERMEDADES FRECUENTES EN LOS DOCENTES
Psiquiatría
y Otorrinolaringología, aparecen como las ramas médicas que cuentan con más
profesionales de la enseñanza entre sus principales pacientes. Las dolencias de
la faringe constituyen una enfermedad docente por excelencia. Pero si se suman
las afecciones de neurología y psiquiatría, temas de salud mental es una de las
mayores causas del absentismo laboral de los profesores, y la principal si se
tiene en cuenta su duración. En este artículo, repasamos las principales causas
de absentismo docente, causas y prevenciones posibles.
Desde
los años 80 las investigaciones demuestran que existe una relación entre el
trabajo docente y diversos trastornos de salud tanto a nivel biológico
(problemas cardiovasculares, respiratorios, lumbalgias, cervicalgias, preeclampsia
o úlcera de estómago, etc.), como psicológico (ansiedad, depresión,
insatisfacción laboral, reducción de la productividad, absentismo laboral,
pasividad en la vida extra laboral. etc.).
Entre
las enfermedades más frecuentes que encontramos en esta profesión, destacamos:
Enfermedades psíquicas y
nerviosas: estrés y efecto “burnout”.
El
estrés, la ansiedad y la depresión ocupan los primeros puestos en la lista
enfermedades que causan baja laboral entre los docentes.
La
profesora Coral Oliver, psicóloga del Centro de Salud Pública de la Universidad
Autónoma de Madrid, opina: "Cierta dosis de estrés no es mala; incluso
puede ser un factor estimulante de la actividad profesional". De este
modo, el estrés, en cantidades y condiciones adecuadas, puede considerarse como
algo necesario para tener una vida satisfactoria. Ahora bien, un exceso de
estrés, puede ser perjudicial o, incluso, biológicamente nefasto para la salud.
En
el ámbito de los docentes, se habla mucho del estrés y del efecto “burnout”
(también llamado «síndrome de estar quemado «síndrome de la quemazón»,
«síndrome del estrés laboral asistencial», «síndrome del desgaste
profesional»), usándose indistintamente estos términos y, a veces, incluso
confundiéndolos. Aunque fuertemente relacionados entre sí en cuanto a su
significado, no es lo mismo estar estresado que estar "quemado".
El
concepto de “Burnout” fue acuñado por Freudenberger en 1974. Con posterioridad
Maslach y Pines (1977) lo dieron a conocer y, desde entonces, dicho término se
utiliza para referirse al desgaste profesional que sufren los trabajadores de
los servicios humanos (educación, salud, administración pública, etc.), debido
a unas condiciones de trabajo que tienen fuertes demandas sociales.
El
estrés, puede surgir cuando un individuo está sometido a fuertes demandas
conductuales que le resultan difícil llevar a cabo. La respuesta del organismo
al estrés se produce de manera inmediata, el organismo se activa y vuelve a
equilibrarse una vez superada la situación, pero se va desgastando si se repite
con excesiva frecuencia. Sin embargo, el efecto “burnout” se origina cuando los
profesionales sobrepasan su capacidad de reacción de una forma adaptativa. Su
consecuencia inmediata se presenta en síntomas de agotamiento, fatiga, desgaste
psicológico, con severas pérdidas de energía que causan un descenso de cantidad
y calidad de rendimiento, en definitiva, una sensación de no poder transmitir
más de sí mismo a los demás, que deriva en frustración, fracaso y actitudes
negativas no sólo ante el trabajo sino también ante la vida y hacia otras
personas.
Después
de la gripe el segundo proceso más numeroso ha sido la depresión. En su
opinión, "los docentes, generalmente, no saben desconectar y evadirse de
los conflictos laborales en su vida de ocio y en su relación con amigos y
familiares".
Síntomas, causas y consecuencias.
El
profesional de la enseñanza percibe y padece esta situación a través de los
propios síntomas de estrés, que la mayoría de las veces sí son semejantes a los
de “burnout”, y ambos desembocan en un absentismo intermitente e, incluso, en
enfermedades laborales. Enfermedad que puede venir acompañada de fuerte
irritabilidad, insomnio, vómitos, inestabilidad emocional, arritmias cardiacas,
tensión nerviosa, preocupaciones excesivas, falta de energías...
Por
otra parte, son varias las causas que originan el estrés entre los docentes y,
de paso, abren el camino sin retorno hacia el efecto “burnout”. Los doctores
Maslach y J. Jackson destacan:
-
La falta y premura de tiempo para terminar el trabajo relacionado con las
clases (preparación de las mismas, corrección de exámenes, programación de
actividades, etc.),
-
Las altas ratios que padecen las clases
-
La falta de disciplina por parte de los alumnos, con reiteradas faltas de
respeto hacia los profesores.
-
La mala organización que padecen algunos centros.
-
La excesiva burocracia a la que se ven sometidos los docentes por parte de la
Administración.
-
Las respuestas y soluciones ineficaces dadas en el entorno educativo.
-
El excesivo número de horas lectivas que soportan algunos profesionales a lo
largo de la jornada escolar.
-
La falta de apoyo.
-
La baja consideración social que actualmente la profesión de la enseñanza.
El
estrés y el efecto “burnout” inciden, especialmente, en aquellos profesionales
que mantienen un contacto directo y permanente con las personas que son
beneficiarias del propio trabajo, en concreto docentes, personal sanitario,
servicios sociales... Las consecuencias del desgaste profesional de los docentes
constituyen las manifestaciones clínicas que nos ocupan.
-
Consecuencias psicosomáticas: fatiga, dolores de cabeza, trastornos del sueño,
trastornos gastrointestinales, hipertensión, dolores musculares y desórdenes
menstruales.
-
Manifestaciones emocionales: el profesor Jesús de la Gándara destaca
"...el distanciamiento afectivo, la impaciencia y la irritabilidad, los
recelos de llegar a convertirse en una persona poco estimada y que pueden
degenerar en desconfianza y actitudes defensivas".
-
Consecuencias conductuales: absentismo laboral, aumento de la conducta violenta
y de los comportamientos de alto riesgo (juegos de azar peligrosos, conductas
suicidas, abuso de fármacos y alcohol), conflictos familiares y matrimoniales.
-
La actitud defensiva se manifiesta en la incapacidad de estos individuos para
aceptar sus sentimientos. La negación de sus emociones es un mecanismo con el
que el sujeto trata de defenderse contra una realidad que le es desagradable.
En
general, de acuerdo con Maslach se acepta que las dimensiones que contribuyen a
delimitar dicho síndrome son:
-
El cansancio emocional (CE): Se caracteriza por la pérdida progresiva de
energía, el desgaste, el agotamiento, la fatiga, etc.
-
La despersonalización (DP): Se deriva del "tedioso e insistente contacto
diario con la fuente del conflicto, unido al esfuerzo desarrollado para
vencerlo, sin recibir recompensa alguna. Todo esto desarrolla un sentimiento de
distanciamiento o despersonalización con respecto a los alumnos por el que poco
les importa ya que aprendan o no, que estén interesados o no".
Se
manifiesta por irritabilidad, actitudes negativas y respuestas frías e
impersonales hacia las personas, en este caso, hacia compañeros, alumnado…
-
La falta de realización personal (RP): con respuestas negativas hacia sí mismo
y el trabajo. En el ambiente laboral, cuando la Administración, el equipo
directivo, la Inspección, etc. no favorecen el necesario ajuste entre los
docentes y los objetivos a conseguir, aparecen aspectos tales como falta de
energías, descenso en el interés por los alumnos, percepción de éstos como
frustrantes y desmotivados, alto absentismo y deseo de abandonar la profesión.
Como consecuencia de este proceso se produce un descenso de la calidad de la
enseñanza, que no es más que la expresión de una pérdida de ilusiones. Este
panorama difícilmente puede remitir por sí sólo si no se introducen cambios en
el contexto laboral.
Prevención frente a estas
situaciones.
Como
bien dice el proverbio popular: “ Más vale prevenir que curar”.
Para
combatir el estrés y no dar pié a la espiral del efecto “burnout”, los
profesores han de superar un grave hándicap: "...vencer su propia emoción
negativa relacionada con la impotencia de la solución deseada...", es
decir, vencer su propio desánimo y desesperanza.
Algunos
especialistas en esta materia sostienen, como medidas efectivas para vencer el
estrés, controlar y conocer las emociones y los sentimientos propios, así como
desarrollar una actitud de preocupación despegada (dedicación sin absorción
total).
Otras
medidas que señalan son:
-
Realzar y fortalecer la consideración social de los compañeros y colegas de
profesión para no sentirse aislado, así como la valoración positiva de los
superiores, tales como inspectores, directores, etc.
-
Realizar ejercicio físico adecuado y posible ya que, además de la mejora del
riego sanguíneo, un cuerpo saludable resiste mejor el estrés.
Sería
conveniente trabajar:
-
Desde la Prevención, estableciendo un plan preventivo y eficaz, realizando
reconocimientos médicos periódicos, bien por detección sintomática de cualquier
anomalía, o bien, cuando los solicite el personal docente.
-
Considerando enfermedades profesionales el estrés y el “burn-out”,
estableciendo para su curación tratamientos adecuados por médicos especialistas
e introduciendo unidades de medicina paliativa en hospitales.
En
algunos países de la UE, como Francia, llevan años introduciendo estos métodos
y tratando este problema con la consideración que se merece. Los resultados son
altamente satisfactorios entre los profesores.
En
este sentido, considerando el estrés y el “burnout” como enfermedades
profesionales, la Administración educativa debería regular los puestos de
trabajo no docentes para que puedan ser ocupados por estos profesionales cuando
así lo recomiende la inspección médica.
Finalmente,
y si la situación así lo demandase, sería conveniente la regulación de un
procedimiento por vía urgente de jubilación por incapacidad, no sólo debido a
estas enfermedades sino por otra causa cualquiera.
El
experto José Manuel Esteve Zaragoza, catedrático de la Universidad de Málaga,
ha insistido constantemente en la necesidad de establecer fuertes medidas
preventivas para atajar el problema. De hecho, él mismo ha desarrollado en su
universidad un Programa de inoculación de estrés, con el que se prepara a los
futuros docentes para hacer frente a las situaciones conflictivas que habrá de
encontrarse a lo largo de su vida profesional y que son potenciales detonantes
de enfermedades mentales.
Enfermedades de la voz.
Las
enfermedades otorrinolaringológicas son la tercera causa de las bajas laborales
de los profesionales de la educación.
La
voz constituye el instrumento de trabajo y de comunicación imprescindible del
profesorado. El uso continuado y su abuso obligado suponen un riesgo laboral
importante. Así, la afonía se convierte en una dolencia frecuente entre un
profesorado obligado a elevar continuamente la voz por encima del murmullo (o
griterío de las aulas). La agresión a la laringe desemboca, muy a menudo, en
lesiones como los nódulos o los pólipos, que pueden precisar de intervención
quirúrgica y reeducación de la voz para llegar a la recuperación del paciente.
Los
facultativos señalan que para frenar el deterioro del aparato foniátrico es
necesario recibir una adecuada formación sobre el uso y proyección de la voz,
prescindir del tabaco y bebidas alcohólicas, beber agua con frecuencia y
procurar establecer un grado de temperatura y humedad ambiental adecuados, no
forzar la voz... Siendo todo esto cierto, tales consideraciones soslayan el
carácter de riesgo laboral que tienen estas enfermedades para los docentes.
Se
insiste en que estas dolencias sean incluidas en el catálogo de enfermedades
profesionales ya que sólo de esa forma puede ser reparado el daño que el
trabajo provoca en la salud, pero también se puede posibilitar una verdadera
labor preventiva mediante:
-
Cuidado de la acústica en las nuevas construcciones.
-
Control de temperatura y humedad de las aulas.
-
Formación del personal en el uso y cuidado de la voz.
-
Proporcionar micrófonos a aquellos docentes que presentan síntomas de
enfermedad, etc.
Enfermedades óseo-musculares.
Algunos
neurólogos y traumatólogos hablan ya de la "enfermedad de la
civilización". El dolor de espalda se convierte en el problema que más
prevalece en las sociedades industrializadas.
Todos
sabemos que la columna vertebral es el eje central del cuerpo humano. Los
profesionales de la enseñanza también estamos sujetos a estas leyes de la
columna vertebral y bajo sus efectos engrosamos las estadísticas anteriormente
mencionadas. No es cierto, aunque contradiga la opinión popular, que las
lumbalgias o lumbagos se produzcan por grandes esfuerzos. Según el Doctor
Hernán Silván, la mayoría de ellos "...son producidos a consecuencia de
defectuosas actitudes posturales o esfuerzos mínimos en mala posición para la
columna o raquis...".
Otra
gran parte de las molestias de la espalda están producidas por problemas
mecánicos degenerativos leves, como la artrosis. Estos dolores también pueden
estar causados por enfermedades del sistema nervioso, por traumatismos (como
fracturas o esguinces) o por procesos metabólicos y de descalcificación.
Igualmente, pueden estar en su origen las enfermedades inflamatorias de las
articulaciones de la columna.
No
menos importantes es la exposición permanente y diaria que sufren los docentes
al tener que realizar esfuerzos psíquicos mantenidos, que desembocan en estados
de ansiedad y estrés y en trastornos psicosomáticos, que conllevan a la
contracción permanente de la musculatura, y cuya consecuencia es la
degeneración y deformación progresiva de las zonas cervical y lumbar.
En
definitiva, teniendo en cuenta la definición más conocida de la salud
establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS): "La salud es el
estado completo de bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia
de enfermedades". Esto implica no sólo verse libre de dolores o
enfermedades sino también la libertad de desarrollar y mantener las capacidades
funcionales físicas, psíquicas y sociales.
La
docencia tiene aspectos propios de riesgos para la salud que la identifican
como una profesión exigente por la responsabilidad y dedicación que exige,
sobre todo los concernientes a las relaciones interpersonales que se establecen
entre los distintos grupos de referencia que interactúan en un centro docente
como el alumnado, padres y compañeros de trabajo.
La
mejor estrategia en la mejora de la salud laboral de los docentes es a través
de la Prevención de Riesgos Laborales. La prevención significa anticiparse y
actuar antes de que se produzcan unas consecuencias negativas con el fin de
impedirlo o para evitar sus efectos.
Es
de vital importancia efectuar una evaluación de riesgos como primer paso de la
actividad preventiva, que debería basarse en aquellos aspectos generales que
han mostrado una estrecha relación con el estado de salud del profesorado,
adaptarlos a la realidad de los docentes y añadir algunas dimensiones
específicas como las exigencias derivadas del trato con alumnos desmotivados,
indisciplinados o grupos de gran diversidad
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