Convivir con la naturaleza (foto de Jaime Cristóbal López)

viernes, 26 de octubre de 2012

El docente como factor clave en la construcción de la sociedad


 Ordinaria concepción del maestro

Tratar de explicar y valorar la función docente dentro de un sistema educativo de calidad, que contribuya a crear una sociedad sana, no es una tarea sencilla. En un principio, porque es difícil erradicar los estereotipos y lugares comunes, que tenemos la mayoría de las personas, de los docentes; más cuando ha sido una concepción basada en la observación superficial.
     Considero que debemos concebir al docente como un ser individual, con carencias, necesidades, actitudes y habilidades -como cualquier  otro ser humano-,  que lo distinguen y hacen diferente de otros docentes. Si bien el maestro es un sujeto de suma importancia en el proceso educativo, también es verdad que no es el único y, ni por asomo, el más importante dentro de este proceso. En consecuencia, no es el principal culpable de nuestra mala educación.
El cuerpo denominado Magisterio, desgraciadamente -como muchos de los sectores de nuestra sociedad-, está atestado de escollos casi imposibles de librar. En algunas ocasiones algunos docentes, sobre todo recién egresados, se convierten en ilusos guerreros al tratar de luchar contra las instituciones previamente estructuradas y los vicios ya legitimados. Lamentablemente, el tiempo suele ser, en este caso, el peor aliado, pues la mayoría llegan a ser engullidos por el aparato escolar.
     No utilizaré estas líneas para redimir o sentenciar a los docentes, máxime que son seres amados y en mayor medida odiados hasta el hastío, sino para tratar de entender su posición y su rol en nuestra sociedad.

NANCY.jpg

Rol del docente

Como parte de una estructura, a los docentes les corresponde el rol de reproductores de la sociedad; muchas veces sin quererlo ni estar plenamente conciente de ello. Esta reproducción puede ser de clases sociales, de la ideología dominante, de políticas públicas o sencillamente de una sociedad acorde a los intereses políticos del momento.
     Pierre Bordieu y Jean Claude Passeron, en La reproducción de la educación, explican ampliamente este fenómeno, ya que se analiza el papel simbólico del aparato escolar.  Los autores afirman que la educación es un medio de reproducción, y  que las relaciones de aprendizaje, los contenidos, las evaluaciones y el lenguaje, sólo ayudan a reproducir una sociedad dominante.
En el peor y la mayoría de los casos el docente se vuelve un cuidador de esa reproducción social, sin una conciencia ni una participación genuina en ese proceso controlado por un sistema educativo manipulador, enajenante y tecnócrata.  Sin darse cuenta (o tal vez sí) de que su no pensada participación es una especie de acción que contribuye, principalmente, a crear algo totalmente diferente de lo que se puede llamar educación.
     El quehacer docente es una actividad que requiere de preparación constante, carácter, actitud, tenacidad, creatividad, vocación y mucha paciencia, para sobrellevar adecuadamente la misión que se le tiene asignada. Todo maestro que se precie de serlo sabe perfectamente que: educar no es tarea fácil.
    Dichos maestros aunque sean entes distintos, lo quieran o no, deben conformar una unidad sistemática para cumplir planes y objetivos a fines.

Los objetivos afines

Estos objetivos son marcados por programas donde -la mayoría de las veces-, los elaboradores de éstos no están en contacto con la realidad que viven el común de los maestros. Ocasionalmente, el docente encuentra estos objetivos y las estrategias para llevarlos a cabo, como difíciles, inteligibles y, a veces, incongruentes, con la situación que vive en su centro de trabajo. Esta situación se da, porque la mayoría de los planes de estudio son copias fieles o infieles de planes extranjeros implementados arbitrariamente en nuestro país sin un previo análisis metodológico, provocando así que el engranaje –por llamarlo de alguna manera-,  de la educación, no marche como algunos quisiéramos.

Engranaje mal ensamblado

Lamentable o afortunadamente –pues la crítica contribuye  al mejoramiento de las cosas-, hay gente que opina que su educación fue interrumpida por sus años escolares; otros, más burda y cruelmente, han expresado que después de la escuela no saben cómo son capaces aún de seguir pensando. ¿Respondió la educación a los intereses particulares de ésas personas? Evidentemente, no.
    La crisis educativa no sólo se vive en nuestro país, grandes naciones la han enfrentado y han sobrevivido a un viejo sistema educativo, pero en el caso del sistema educativo de México, la disposición de todos sus componentes la hace proclive al fracaso o simplemente, a no obtener los resultados deseados.
     Aunado a lo anterior, tenemos la rutina, las condiciones paupérrimas de los centros de trabajo, los bajos y desiguales salarios que hay en el mismo sector, el escaso material didáctico, el poco apoyo por parte de las autoridades gubernamentales, la insuficiente preparación que se recibe de los mandos educativos, los interminables tramites burocráticos que parecen ser más importantes que la educación misma; las organizaciones sindicales que se convirtieron en cotos de poner que benefician sólo a unos cuantos, alumnos desinteresados en su educación, padres solapadores, desinteresados, y por último y no menos importante:  la poca disposición de los mismos docentes para renovarse día a día.
     También hay que mencionar que uno de los peores enemigos del mundo docente es la mentalidad antediluviana, oficialista y tecnócrata. Organizada principalmente por las mismas supervisiones escolares y sus mandos superiores, situación que convierte a una de las profesiones más nobles y hermosas, en una actividad mecanizada, dirigida por la comisión y la aceptación.

Preguntas sin respuesta

 Tomando en cuenta lo anterior me pregunto: ¿la educación que proporcionan los maestros debe responder a intereses políticos, sociales y económicos de algunos, aunque las necesidades del educando y de la sociedad sean completamente opuestas a dichos intereses? ¿Deberá corresponder esta educación a paradigmas educativos en boga, aunque éstos se postulen en países contextualmente diferentes al nuestro? ¿Cada maestro deberá decidir qué parte de la sociedad quiere reproducir? Esto me lleva a cuestionarme aún más si los docentes son aptos para tomar este tipo de decisiones o simplemente deberíamos tratar de responder a los intereses particulares del educando; me gustaría quedarme esto último. Creo que la educación debe ser útil en la vida del educando y a través de ello, serlo para nuestra sociedad, pero, atención,  con esto me refiero a una sociedad libre de pensamiento, sin cortinas de humo tratando de ocultar nuestra realidad; por educando entiéndase un ser humano en toda la extensión de la palabra, con derechos, responsabilidades y aspiraciones.
     Tal vez una solución a los objetivos y planes “desfasados” sería que cada maestro elaborara objetivos propios que partieran y dieran respuestas a las necesidades e intereses presentados por los alumnos, en determinado contexto. En teoría, esto se hace, pero, ¿qué tan comprometidos, informados y capacitados están los docentes para llevar satisfactoriamente estos objetivos? Ahora, ¿qué tan preparada está la sociedad para que se nos eduque apegados, digamos, a la verdad, la igualdad y la tolerancia? ¿Se imaginan a un maestro de educación primaria diciéndole a sus alumnos que la guerra de independencia benefició más a los de por sí ya beneficiados, es decir, a los españoles? ¿Que los niños héroes, ni eran niños, ni héroes, es más, que ni existieron? ¿Cómo se le explica a un niño que en un país como el nuestro es más valorado ser un patiño de televisión que un ser pensante? 
Claro, esto que digo es consecuencia de una educación impartida desde, por y para el Estado. Así que en este sentido también nos falta madurar como sociedad, entender que nuestra educación es una responsabilidad compartida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario