LA ENSEÑANZA Y LA COMPETENCIA DIDÁCTICA
La competencia de los profesores
Michel Saint-onge
La competencia puede definirse como
la capacidad reconocida a una persona, o a un grupo de personas, para realizar
tareas especificas relativas a una función determinada. De esta manera, se
puede afirmar que la situación de la enseñanza seguirá siendo difícil mientras
la competencia de los que enseñan no sea reconocida. Este reconocimiento es
importante porque se traduce en derecho: el derecho a ejercitar de forma libre
la actividad profesional correspondiente, a prohibir el ejercicio de esta
actividad a toda persona sin conocimientos y aptitudes necesarios para si
práctica eficaz, a juzgar la aptitud de las personas deseosas de ejercitar esta
profesión, a hablar con solvencia en el ámbito de su competencia y, por último,
a determinar las condiciones de eficacia de las acciones que se han de
realizar. El reconocimiento de la competencia del cuerpo docente no puede
producirse sin definir con claridad la responsabilidad específica asumida o,
dicho de otra manera, la función de la enseñanza, las tareas exigidas para esa
función y el papel de cada una de ellas, y los resultados que se obtienen con
las diversas intervenciones. Cualquier cosa que se enseñe siempre se enseña
para que los alumnos aprendan (Thyne, 1974). Por lo tanto enseñar debería
entenderse como ayudar a aprender.
La función de enseñar.
Según Myron Lieberman (1956), la
enseñanza debería adquirir ocho características esenciales antes de poder ser
reconocida como una “verdadera” profesión liberal. La primera de estas
características es la de “prestar a la sociedad un servicio fundamental y bien
definido.
El conocimiento y la aptitud para
pensar son hoy grandes preocupaciones, y es de prever que traerán cambios
mayores a nivel educativo. Y ya se está presionando para que la enseñanza
responda a esas expectativas. La educación, decía Neil Postman (1981), es “la
respuesta de una cultura a las cuestiones de una época concreta”. La
problemática actual está centrada en la ciencia y en su aplicación tecnológica.
La enseñanza por eso, por eso, debería mostrarse como el servicio esencial al
desarrollo de las ciencias. Sin embargo, la relación entre enseñanza y
desarrollo científico o de la inteligencia no está explícitamente establecida.
Según Resnick (1981), hemos asentado
como principios, en primer lugar, que los factores biológicos explican
fundamentalmente la conducta humana y, en segundo lugar, que los factores
individuales antes que los sociales marcan las diferencias de la gente.
Pretender que los alumnos puedan
aprender sin los profesores , aun contando con todos los medios necesarios. La
interacción entre alumnos y profesores es determinante. En una síntesis de
investigación sobre la enseñanza colectiva (no individualizada o mediatizada),
Barak V. Rosenshine (1986) ha subrayado siete funciones de la enseñanza:
-Evocar conocimientos anteriores
relacionados con aprendizaje futuros.
-Determinar y explicar los objetivos
de aprendizaje.
-Presentar los nuevos elementos de
conocimientos para los alumnos.
-Organizar y supervisar los
ejercicios de aplicación.
-Proponer ejercicios autónomos
(trabajos, estudio).
La enseñanza desempeña también un
papel educativo: dirige el desarrollo haciendo que se adquieran nuevas capacidades
intelectuales. Hay , sin embargo, un papel del que carecen las otras
actividades educativas: dirigir la reconstrucción, en los alumnos , de las
capacidades ligadas al saber en una variedad de disciplina. Esta es la función
que hay que reconocerle.
La relación pedagógica.
Dado que la enseñanza es una
actividad dirigida por una intención (hacer aprender las cosas necesarias),
necesita, al menos, una preparación, la relación con los alumnos y una
evaluación de los resultados. Actualmente se está constatando que las tareas
vinculadas a la enseñanza desbordan el marco de la clase.
Al definir la enseñanza como una
transmisión de los conocimientos personales y no como un servicio que se hace a
una persona mediante una relación organizada con vistas a facilitarle el
adquirir capacidades nuevas, se saca esta actividad fuera del mundo del
trabajo. Goerge Bernard Shaw decía: “Quien es capaz de hacer algo, lo hace:
quien no lo es, lo enseña”.
Para que haya enseñanza, es necesario
que fundamentalmente existan tres elementos: un alumno, una materia y alguien
que enseñe. Esta “relación tríadica” es la que constituye lo esencial de la
enseñanza.
La relación pedagógica se establece
mediante tres relaciones diferentes, pero en interacción. En primer lugar, se
establece una relación peculiar entre los que enseñan y la materia que se
enseña: es la didáctica. En segundo lugar, se crea una relación interactiva
entre los profesores y el alumno; es la relación de enseñanza propiamente
dicha, la relación de mediación. Y, por último, debe constituir una relación
directa del alumno con la materia o con los conocimientos que se han de
adquirir; es la relación de estudio.
La relación didáctica.
La relación didáctica engendra un
proceso de reorganización de los conocimientos con fines pedagógicos. La
profesora o el profesor se interroga acerca para construir los conocimientos
pertinentes
La relación de mediación.
En el curso de la interacción que se
produce entre profesor y alumno se encuentran las actividades que apuntan a los
procesos intelectuales de pensamiento o de razonamiento.
Hyman (1974) divide las actividades
de los que enseñan en dos categorías: las operaciones lógicas, que tienen como
objetivo la activación de los procesos mentales, y las operaciones
estratégicas, destinadas a influir en la marcha del aprendizaje del alumno y a
concluir las actividades intelectuales.
La enseñanza es además una
interacción cognitiva entre alguien que enseña y los alumnos.
La relación de estudio.
La actividad de enseñar puede
catalogarse dentro de un modelo sistemático de tareas como el propuesto por
Jackson (1968). Este autor sugiere agrupar las diversas tareas que realizan los
profesores alrededor de tres grandes periodos: una fase de preparación o fase
preactiva, una fase de activación de la relación pedagógica o fase interactiva,
y una fase de verificación de resultados, de corrección del método empleado, o
fase postactiva.
Durante la fase preactiva, los que
enseñan deben planificar su actividad y preparar los instrumentos que van a
necesitar para llevarla a cabo.
Durante la fase interactiva, los que
enseñan deben concluir el proceso de enseñanza en clase.
Por último, en el transcurso de la
fase postactiva, los que enseñan evalúan los resultados del proceso y los
tienen en cuenta para rectificar su nueva preparación. Sin embargo, esto exige
que desarrollen las habilidades necesarias para hacer una evaluación de
calidad.
Las tareas propias de la fase
preactiva.
En la fase preactiva hay que idear, planificar
y organizar la creación de las diferentes relaciones. La primera labor consiste
en idear el método de enseñanza, es decir, elaborar las estrategias didácticas
(la secuencia de los contenidos), de mediación (las actividades de clase) y de
estudio (trabajos autónomos).
Las tareas propias de la fase
interactiva.
Sintetizando las ideas expuestas en
muchas investigaciones sobre la interacción maestro-alumno en el contexto de
una enseñanza formal dispensada por profesores experimentados. Rosenshine (1986)
ha reunido las actividades ordinariamente emprendidas en seis funciones:
revisión, presentación de nuevas materias, ejercicio dirigido, “feed-back” y
corrección, ejercicio autónomo y síntesis periódica. Los profesores deben
enfocar la atención de los alumnos a lo que van a aprendes.
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