Nuestros pies no conocen las líneas rectas
Durante mis vacaciones, de niño me encantaba jugar a un juego un tanto patético, pero del que junto con mis hermanos podíamos sacar bastantes risas. Éste consistía en cerrar los ojos y caminar. Claro, en el campo y sin cosas que nos guiaran, jamás caminábamos en línea recta, cayendo siempre en zigzags o bien dirigiéndonos hacia la dirección hacia la cual habíamos partido. Y no era culpa de nuestra falta de orientación, sino que de la condición humana.
El hecho lo respalda nada menos que el prestigioso Instituto Max Planck, que en un estudio dirigido por Jan Souman y publicado en Current Biology, ha descubierto que el caminar en círculos (o al menos la imposibilidad de caminar en línea recta) es inherente a nuestra humanidad.
Para ello decidieron realizar un curioso experimento que consistió en relevar a un grupo de estudiantes voluntarios a quienes se los dejó en diversas zonas geográficas. Hecho esto, se les pidió que intentaran caminar durante el día o la noche dependiendo del caso, solamente pidiéndoles que cumplieran con un sólo objetivo: que caminaran en una línea recta. Fue imposible.
Aquellos que caminaron en el desierto durante el día con la guía del sol, no pudieron mantener un recorrido lineal, mientras que el estudiante que caminó durante la noche terminó volviendo hacia su dirección original. En la selva ocurrió algo parecido, con recorridos circulares o en zigzag que distaron totalmente de resultar en una línea recta.
Difícil es extraer conclusiones más allá de que con o sin guías, nuestros cerebros no están capacitados para realizar recorridos rectos. Nuestros cerebros pierden puntos en términos de orientación, y un par de mariposas monarcas multiplican por 1000 nuestra capacidad para orientarnos.
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