Parásitos que controlan la mente.
La creencia de que parásitos predadores de tu cuerpo y cerebro existen es algo totalmente posible, y no sólo algo producto de una paranoia colectiva o ciencia ficción: es un hecho que no sólo existen los manipuladores, sino también los que pueden afectar el comportamiento.
Por ejemplo, el Toxoplaama gondii, un parásito simple. Cuando los ratones son infectados con este patógeno, sufren el infortunio de atraer a los gatos y felinos en general.
Una vez que el gato consume a su presa condenada por el microbio, éste puede completar su ciclo de vida dentro de su nuevo anfitrión.
No sólo provoca que su primer anfitrión expida feromonas que facilitan a sus cazadores gatos el encontrarlos, sino que aprovecha al felino para completar su etapa de desarrollo, en una suerte de estrategia maquiavélica.
Ahora, consideremos el Cordyceps, el hongo parásito que puede crecer en el cerebro de un insecto.
Así, este hongo puede controlar los impulsos nerviosos de una hormiga para que ésta trepe por una planta, y el patógeno gane tiempo de consumir su cerebro enteramente.
Después que el insecto muere, un hongo crece desde su cabeza para permitir al eucariota el dispersar sus esporas lo más ampliamente posible.
¿Qué suceden con los agentes en humanos?
Las bacterias y virus que habitan en nuestro intestino producen compuestos que pueden interactuar con nuestro sistema nervioso de formas que parecen afectar la ansiedad y respuestas de estrés.
Los últimos estudios, según Scientific American, sugieren que los remedios a base de bacterias, como lossuplementos probióticos, pueden ser útiles para tratar diversos tipos de desórdenes psicológicos.
Eventualmente, las evaluaciones individuales de comunidades microbióticas en los intestinos pueden permitir a los físicos e investigadores el adaptar tratamientos para afectaciones mentales.
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