Pátzcuaro, la
puerta del cielo.
Su nombre proviene del purépecha
y significa precisamente "La Puerta del Cielo", las escenas de los
pescadores en su lago con la isla de Janitzio como lienzo son parte vital de las mejores postales,
Pátzcuaro sorprende también en cada callejuela empedrada de su antiguo centro
histórico, en los templos que informan del pasado glorioso, de las huellas en
el presente capaces de llevarnos a saborear las exquisitas formas gastronómicas
y el cultivo de la mente al presenciar instantes como la mundialmente conocida Noche de Muertos.
Al entrar
a Pátzcuaro, la visión se enciende para captar la uniformidad de sus calles y
casonas, los colores rojo y blanco mantienen la simetría típica de los pueblos
michoacanos, mientras los rústicos y gigantes portones de maderas regionales
son parte visible de la arquitectura, donde los balcones con floridas plantas y
rejas de herrería magistralmente esculpidas al fuego, son parte de ese
romanticismo que resulta inevitable fotografiar, así como sus artesanías en
madera, cestería y alfarería laqueada.
Si
de comer se trata, las corundas rellenas frente a la antigua catedral,
hoy Basílica de Nuestra Señora de la Salud, son la mejor opción, los atoles de
frutas regionales resultan ideales, sin olvidar la prestigiada nieve de pasta
que se saborea mejor al caminar por la plaza de Don Vasco, considerada la más
bella y grande de América Latina, que con más de cuatro siglos de vida invita a
quedarse en Pátzcuaro, donde también el pescado blanco y la sopa tarasca
esperan para los paladares exigentes.
Para
completar la experiencia del pueblo se debe visitar: El Sagrario, Ex convento Jesuita, Antiguo Colegio
de San Nicolás, Teatro Emperador, Biblioteca Pública, Plaza Gertrudis
Bocanegra, Casa de los Once Patios, los fantásticos hoteles boutique,
restaurantes de primer nivel, los miradores y por supuesto las islas del lago.
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