Tlalpujahua, historia
de oro y esferas.
Entre
las montañas del oriente michoacano, la magia se siente en el frío del lugar, a
40 kilómetros al sur se reproducen los millones de mariposas monarcas en sus
santuarios protegidos, especie que cada año emigra desde Canadá para deleitarnos
con su espectáculo natural.
En sus
estrechos callejones y antiguas minas, Tlalpujahua nos narra la legendaria
historia minera que le dio bonanza, llegó a ser de los principales productores
de oro y plata en el mundo durante más de tres siglos, al paso del tiempo se
negó a morir, por eso hoy su arquitectura virreinal se levanta imponente en la
colina que la ha visto inmortalizarse. El pueblo resulta encantador con sus
muros coloridos, sus techos de tejas y calles empedradas, los rincones con
fuentes y las plazas públicas son elementos exquisitos para transitar por ellos
mientras la niebla entre los altos bosques crea el espectáculo que cautiva al
viajero.
Por
todos lados los talleres de esferas nos muestran la sorprendente técnica
del trabajo artesanal de soplar el vidrio y aplicar la pintura de forma manual,
creando con ello los detalles que las hacen los objetos navideños más bellos
del mundo, conviene visitar Mina la Estrella, la casa museo de los Hermanos
Rayón, las perfectas joyas arquitectónicas del siglo XVII como el Templo del
Carmen, el Ex convento y el Santuario.
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