El respeto consiste en el
reconocimiento de los intereses y sentimientos del otro en una relación. Aunque
el término se usa comúnmente en el ámbito de las relaciones interpersonales,
también aplica a las relaciones entre grupos de personas, entre países y
organizaciones de diversa índole. No es simplemente la consideración o deferencia,
sino que implica un verdadero interés no egoísta por el otro más allá de las
obligaciones explícitas que puedan existir.
A veces se confunde al respeto con
alguna conducta en particular, como los buenos modales o la amabilidad, pero el
respeto es algo diferente a esto, es una actitud. Esta actitud nace con el
reconocimiento del valor de una persona, ya sea inherente o también relacionado
con una habilidad o comportamiento. (por ejemplo respetar el "buen
juicio" de alguien en particular.
Uno de los filósofos que mayor
influencia ha ejercido sobre el concepto de respeto en el mundo de la academia
ha sido Immanuel kant. En su filosofía moral este pensador sostiene que los
seres humanos deben ser respetados porque son un fin en si mismos. Al ser un
fin en si mismos poseen un valor intrínseco y absoluto. Por este motivo es que
los seres humanos tenemos este valor tan especial, llamado por Kant la
"dignidad".
Otra forma importante de este concepto
consiste en el respeto a uno mismo. Hay gran consenso entre los pensadores en
cuanto a que esta manifestación del respeto es una habilidad esencial para
vivir la vida de manera satisfactoria y llena de significado. Además, es vital
para la vida en sociedad que llevamos. Por todo esto, respetémonos a nosotros
mismos y a los demás.
CUENTO PARA REFLEXIONAR
Caco Malako era ladrón de
profesión. Robaba casi cualquier cosa, pero era tan habilidoso, que nunca lo
habían pillado. Así que hacía una vida completamente normal, y pasaba por ser
un respetable comerciante. Robara poco o robara mucho, Caco nunca se había
preocupado demasiado por sus víctimas; pero todo eso cambió la noche que
robaron en su casa.
Era lo último que habría
esperado, pero cuando no encontró muchas de sus cosas, y vio todo revuelto, se
puso verdaderamente furioso, y corrió todo indignado a contárselo a la policía.
Y eso que era tan ladrón, que al entrar en la comisaría sintió una alergia
tremenda, y picores por todo el cuerpo.
¡Ay! ¡Menuda rabia daba sentirse
robado siendo él mismo el verdadero ladrón del barrio! Caco comenzó a sospechar
de todo y de todos. ¿Sería Don Tomás, el panadero? ¿Cómo podría haberse
enterado de que Caco le quitaba dos pasteles todos los domingos? ¿Y si fuera
Doña Emilia, que había descubierto que llevaba años robándole las flores de su
ventana y ahora había decidido vengarse de Caco? Y así con todo el mundo, hasta
tal punto que Caco veía un ladrón detrás de cada sonrisa y cada saludo.
Tras unos cuantos días en que
apenas pudo dormir de tanta rabia, Caco comenzó a tranquilizarse y olvidar lo
sucedido. Pero su calma no duró nada: la noche siguiente, volvieron a robarle
mientras dormía.
Rojo de ira, volvió a hablar con
la policía, y viendo su insistencia en atrapar al culpable, le propusieron
instalar una cámara en su casa para pillar al ladrón con las manos en la masa.
Era una cámara modernísima que aún estaba en pruebas, capaz de activarse con
los ruidos del ladrón, y seguirlo hasta su guarida.
Pasaron unas cuantas noches antes
de que el ladrón volviera a actuar. Pero una mañana muy temprano el inspector
llamó a Caco entusiasmado:
- ¡Venga corriendo a ver la
cinta, señor Caco! ¡Hemos pillado al ladrón!
Caco saltó de la cama y salió volando hacia la
comisaría. Nada más entrar, diez policías se le echaron encima y le pusieron
las esposas, mientras el resto no paraba de reír alrededor de un televisor. En
la imagen podía verse claramente a Caco Malako sonámbulo, robándose a sí mismo,
y ocultando todas sus cosas en el mismo escondite en que había guardado cuanto
había robado a sus demás vecinos durante años... casi tantos, como los que le
tocaría pasar en la cárcel
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