Convivir con la naturaleza (foto de Jaime Cristóbal López)

viernes, 26 de octubre de 2012


LA ENSEÑANZA Y LA COMPETENCIA DIDÁCTICA

La competencia de los profesores

Michel Saint-onge

La competencia puede definirse como la capacidad reconocida a una persona, o a un grupo de personas, para realizar tareas especificas relativas a una función determinada. De esta manera, se puede afirmar que la situación de la enseñanza seguirá siendo difícil mientras la competencia de los que enseñan no sea reconocida. Este reconocimiento es importante porque se traduce en derecho: el derecho a ejercitar de forma libre la actividad profesional correspondiente, a prohibir el ejercicio de esta actividad a toda persona sin conocimientos y aptitudes necesarios para si práctica eficaz, a juzgar la aptitud de las personas deseosas de ejercitar esta profesión, a hablar con solvencia en el ámbito de su competencia y, por último, a determinar las condiciones de eficacia de las acciones que se han de realizar. El reconocimiento de la competencia del cuerpo docente no puede producirse sin definir con claridad la responsabilidad específica asumida o, dicho de otra manera, la función de la enseñanza, las tareas exigidas para esa función y el papel de cada una de ellas, y los resultados que se obtienen con las diversas intervenciones. Cualquier cosa que se enseñe siempre se enseña para que los alumnos aprendan (Thyne, 1974). Por lo tanto enseñar debería entenderse como ayudar a aprender.
La función de enseñar.
Según Myron Lieberman (1956), la enseñanza debería adquirir ocho características esenciales antes de poder ser reconocida como una “verdadera” profesión liberal. La primera de estas características es la de “prestar a la sociedad un servicio fundamental y bien definido.
El conocimiento y la aptitud para pensar son hoy grandes preocupaciones, y es de prever que traerán cambios mayores a nivel educativo. Y ya se está presionando para que la enseñanza responda a esas expectativas. La educación, decía Neil Postman (1981), es “la respuesta de una cultura a las cuestiones de una época concreta”. La problemática actual está centrada en la ciencia y en su aplicación tecnológica. La enseñanza por eso, por eso, debería mostrarse como el servicio esencial al desarrollo de las ciencias. Sin embargo, la relación entre enseñanza y desarrollo científico o de la inteligencia no está explícitamente establecida.
Según Resnick (1981), hemos asentado como principios, en primer lugar, que los factores biológicos explican fundamentalmente la conducta humana y, en segundo lugar, que los factores individuales antes que los sociales marcan las diferencias de la gente.
Pretender que los alumnos puedan aprender sin los profesores , aun contando con todos los medios necesarios. La interacción entre alumnos y profesores es determinante. En una síntesis de investigación sobre la enseñanza colectiva (no individualizada o mediatizada), Barak V. Rosenshine (1986) ha subrayado siete funciones de la enseñanza:
-Evocar conocimientos anteriores relacionados con aprendizaje futuros.
-Determinar y explicar los objetivos de aprendizaje.
-Presentar los nuevos elementos de conocimientos para los alumnos.
-Organizar y supervisar los ejercicios de aplicación.
-Proponer ejercicios autónomos (trabajos, estudio).
La enseñanza desempeña también un papel educativo: dirige el desarrollo haciendo que se adquieran nuevas capacidades intelectuales. Hay , sin embargo, un papel del que carecen las otras actividades educativas: dirigir la reconstrucción, en los alumnos , de las capacidades ligadas al saber en una variedad de disciplina. Esta es la función que hay que reconocerle.
La relación pedagógica.
Dado que la enseñanza es una actividad dirigida por una intención (hacer aprender las cosas necesarias), necesita, al menos, una preparación, la relación con los alumnos y una evaluación de los resultados. Actualmente se está constatando que las tareas vinculadas a la enseñanza desbordan el marco de la clase.
Al definir la enseñanza como una transmisión de los conocimientos personales y no como un servicio que se hace a una persona mediante una relación organizada con vistas a facilitarle el adquirir capacidades nuevas, se saca esta actividad fuera del mundo del trabajo. Goerge Bernard Shaw decía: “Quien es capaz de hacer algo, lo hace: quien no lo es, lo enseña”.
Para que haya enseñanza, es necesario que fundamentalmente existan tres elementos: un alumno, una materia y alguien que enseñe. Esta “relación tríadica” es la que constituye lo esencial de la enseñanza.
La relación pedagógica se establece mediante tres relaciones diferentes, pero en interacción. En primer lugar, se establece una relación peculiar entre los que enseñan y la materia que se enseña: es la didáctica. En segundo lugar, se crea una relación interactiva entre los profesores y el alumno; es la relación de enseñanza propiamente dicha, la relación de mediación. Y, por último, debe constituir una relación directa del alumno con la materia o con los conocimientos que se han de adquirir; es la relación de estudio.
La relación didáctica.
La relación didáctica engendra un proceso de reorganización de los conocimientos con fines pedagógicos. La profesora o el profesor se interroga acerca para construir los conocimientos pertinentes
La relación de mediación.
En el curso de la interacción que se produce entre profesor y alumno se encuentran las actividades que apuntan a los procesos intelectuales de pensamiento o de razonamiento.
Hyman (1974) divide las actividades de los que enseñan en dos categorías: las operaciones lógicas, que tienen como objetivo la activación de los procesos mentales, y las operaciones estratégicas, destinadas a influir en la marcha del aprendizaje del alumno y a concluir las actividades intelectuales.
La enseñanza es además una interacción cognitiva entre alguien que enseña y los alumnos.
La relación de estudio.
La actividad de enseñar puede catalogarse dentro de un modelo sistemático de tareas como el propuesto por Jackson (1968). Este autor sugiere agrupar las diversas tareas que realizan los profesores alrededor de tres grandes periodos: una fase de preparación o fase preactiva, una fase de activación de la relación pedagógica o fase interactiva, y una fase de verificación de resultados, de corrección del método empleado, o fase postactiva.
Durante la fase preactiva, los que enseñan deben planificar su actividad y preparar los instrumentos que van a necesitar para llevarla a cabo.
Durante la fase interactiva, los que enseñan deben concluir el proceso de enseñanza en clase.
Por último, en el transcurso de la fase postactiva, los que enseñan evalúan los resultados del proceso y los tienen en cuenta para rectificar su nueva preparación. Sin embargo, esto exige que desarrollen las habilidades necesarias para hacer una evaluación de calidad.
Las tareas propias de la fase preactiva.
En la fase preactiva hay que idear, planificar y organizar la creación de las diferentes relaciones. La primera labor consiste en idear el método de enseñanza, es decir, elaborar las estrategias didácticas (la secuencia de los contenidos), de mediación (las actividades de clase) y de estudio (trabajos autónomos).
Las tareas propias de la fase interactiva.
Sintetizando las ideas expuestas en muchas investigaciones sobre la interacción maestro-alumno en el contexto de una enseñanza formal dispensada por profesores experimentados. Rosenshine (1986) ha reunido las actividades ordinariamente emprendidas en seis funciones: revisión, presentación de nuevas materias, ejercicio dirigido, “feed-back” y corrección, ejercicio autónomo y síntesis periódica. Los profesores deben enfocar la atención de los alumnos a lo que van a aprendes.

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