Convivir con la naturaleza (foto de Jaime Cristóbal López)

miércoles, 17 de octubre de 2012


Diez razones maestras de la razón de ser del maestro.

1.     Nadie aprende en cabeza ajena, dice el dicho. Pero todo lo que hay perdurable en nuestra cabeza lo hemos aprendido de otros. Esos otros de lo que hemos aprendido no han sido al fin y al cabo sino nuestros maestros.

2.     Si alguien fue nuestro maestro alguna vez, lo sigue siendo el resto de nuestra vida. Porque no hay nada tan memorable como la propia iniciación en algo, el deslumbramiento de entrar por primera vez a un mundo que no habíamos visto, a una realidad que no habíamos sospechado, a un conocimiento que multiplica lo que sabíamos hasta entonces. Ésta es la tarea profesional del maestro: la iniciación en el saber.


3.     Como la del ministro religioso, la tarea del maestro tiene algo de revelación. Como la del político, tiene algo de guía. Como la de los padres, tiene algo de ejemplo supremo y autoridad definitiva. No es casual que sea una de las profesiones llamadas vocacionales, una profesión que exige clara predisposición, temperamento adecuado y gusto por ella. El maestro, como los artistas, nace, y después se hace.

4.     Las estadísticas internacionales demuestran que no hay inversión mejor y más rentable para una sociedad que la inversión educativa. Ninguna nación moderna ha conocido la prosperidad sin antes haber construido un eficiente sistema educativo.

5.     Hacia el fin del milenio, se hace evidente que la fuerza que mueve y transforma al mundo no es la de las armas, la de las máquinas, ni la del dinero, sino la fuerza del conocimiento. Quien transmite y reproduce mejor el conocimiento, transforma mejor el mundo en que vive, crea sociedades más justas, economías más productivas, instituciones más eficientes, en una palabra: países más fuertes.


6.     Así, conforme se asientan los intensos cambios del siglo XX, la profesión de maestro aparece como decisiva en el desarrollo de las sociedades. Es el eslabón profesional clave de la institución social clave: la escuela.

7.     Los países necesitan ingenieros que construyan carreteras, médicos que curen enfermedades, abogados que apliquen las leyes, agricultores que siembren los campos, trabajadores que hagan producir las fábricas. Pero para tener todo eso necesitan, primero, tener maestros: gente que enseñe a los ingenieros a construir, a los médicos a curar, a los abogados a legislar, a los agricultores a sembrar, a los trabajadores a producir y, a todos ellos, a ser maestros de los demás y de sí mismos. Porque el que deja de aprender, deja de reproducirse.


8.     No hay recurso natural más rico que la cabeza de los niños. De esas cabezas, debida y oportunamente educadas, han de salir todos los bienes materiales y espirituales que una sociedad pueda reproducir. en esas cabezas frescas, abiertas, receptivas, maleables, se escriben cada día los guiones, los anticipos, las rutas múltiples de los que nuestro país será en el futuro. El encargado profesional de moldear esa materia preciosa es el maestro. Está obligado, por ello, a ser el orfebre mayor.

9.     Los maestros y las escuelas de nuestro país son responsables de una hazaña cultural que no hemos acabado de reconocerles. En el curso de este siglo han llevado a todos los puntos del país el mensaje de la identidad nacional de México. En el aula, día con día, al pasado incesante de las generaciones, la escuela y los maestros han difundido, construido y generalizado los sentimientos de la nación. Han enseñado a millones de mexicanos la primera de las cosas esenciales que hay que aprender en la escuela: quiénes somos y de dónde venimos, en qué país hemos nacido y qué pasión le debemos.


10.   El mayor elogio y la prueba mayor de la razón de ser del maestro es el recuerdo, vivo en cada quien, de los maestros que cada quien ha tenido.
                                                  

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