Convivir con la naturaleza (foto de Jaime Cristóbal López)

domingo, 21 de octubre de 2012

SONIDO

Según convienen las distintas definiciones que se han propuesto a lo largo de la historia de la humanidad acerca del término sonido, hay dos maneras de entenderlo, por un lado, la física, dice que sonido es todo aquello que expresa ondas elásticas de alta frecuencia audibles y del otro, la fisiología, acercándose más a lo que cualquier mortal como usted y yo, que sólo vimos la física de cerca durante el secundario, sostiene que sonido es la sensación que se produce en nuestro oído, luego de ese movimiento de las ondas que explica la física. Como comentario adicional, vale señalar que esas “ondas elásticas” se propagan exclusivamente a través de la materia, por lo cual no existe sonido posible en el vacío, por más que la ciencia ficción nos demuestre ruidosas detonaciones en la inmensidad hueca del espacio sideral. En cambio, el sonido se propaga con mayor velocidad cuanto más denso es el medio en el que lo hace; por lo tanto, mientras que los tonos que nuestros oídos perciben en el aire viajan a unos 330 metros por segundo (la “velocidad del sonido” de los ingenieros), el desplazamiento es mucho más rápido en el agua o en otros contextos de mayor peso especifico.



O sea, sinceramente y muy seguramente, salvo alguno que se dedique al estudio del fenómeno del sonido, ninguno de nosotros nos detenemos a pensar en todo el proceso que está comprometido en la generación de un sonido, incluso el nuestro propio, que producen las cuerdas vocales cuando hablamos, porque al ser algo que se concreta en milésimas de segundos, prácticamente, tampoco provoca demasiada reflexión en nuestra cabeza. Este fenómeno tan veloz requiere de una multiplicidad de pasos que incluyen el desplazamiento de las ondas mecánicas a través del aire, la estimulación del aire en movimiento sobre la membrana del tímpano o los huesos del cráneo, la transmisión de esos impulsos en las estructuras más complejas del oído interno, su transformación en impulsos nerviosos y lainterpretación por parte del cerebro de esas “ondas” como un ruido molesto, el murmullo del viento, un acorde musical, una voz humana o cualquier otra expresión cognitiva.
Pero más allá de todas estas apreciaciones de tipo etimológico y personales, el ser humano convive diariamente con los sonidos, tanto o más que con su familia. En efecto, los sonido nos permiten algo básico y fundamental para la humanidad: la comunicación, gracias a él y a que nuestros antepasados descubrieron el poder de los sonidos para interactuar, llegamos a la evolución de hoy en día. De hecho, con la probable excepción de los delfines y otros cetáceos que usarían sonidos y ultrasonidos para “dialogar” entre sí, sólo la especie humana es capaz de codificar y decodificar información en forma de sonidos (palabras, frases, relatos) para transmitirla entre unas y otras personas. El lenguaje, independientemente de su condición articulada o tonal, es el fruto de la capacidad de los seres humanos de producir sonidos (aparato fonatorio), captarlos (oído) y procesarlos (sistema nervioso central) del modo necesario para transmitir un mensaje. Para algunos filósofos, la escritura, acaso el invento más grande de la historia, no es más que una modalidad especial para transmitir los sonidos sin necesidad de un oído que los capture, sino sólo de un cerebro que los comprenda.
Y en otro escalón más abajo y como un medio de comunicación también, los seres humanos usamos y generamos determinados sonidos para diferentes situaciones de la vida: si queremos generar alertas usamos una bocina, una alarma, para relajarnos, la música que más nos gusta, para felicitar o celebrar algo, esgrimimos un agudo sonido desde la garganta o batimos las palmas. El caso particular de la música merece un comentario particular, dado que, para muchos, esta actividad se considera como “el arte de combinar los sonidos“, poniendo de manifiesto su relevancia indiscutida como medio de comunicación. Como verdadero lenguaje universal y en forma independiente de los idiomas, el mensaje transmitido por una pieza musical es un notable ejemplo de la relevancia del sonido en la vida de los seres humanos.
En fin, sin el sonido en nuestra vida cotidiana, todo lo que nos acontece, se asemejaría bastante a una película muda como las que solía actuar el comediante Charles Chaplin y otros grandes actores de los primeros tiempos del séptimo arte, quienes eran capaces de entretener aún en ausencia de sonidos, lo cual no deja de poner en evidencia su genialidad. En realidad, todo sería bastante aburrido; yo me inclino por las superproducciones que usan muchas explosiones.



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