La Ley de los
Fractales, quinta ley del caos, es una invitación a admirar el arte espontáneo
de la naturaleza, los dibujos que forman la materia y todas las criaturas
vivientes, y maravillarnos encontrando sus semejanzas entre sí y con nosotros
mismos.
La estética
fractal nos anima a encontrar las semejanzas que tienen nuestros cuerpos con el
cosmos en lugar de concentrarnos en las diferencias. La ley cultiva un
sentimiento de solidaridad con toda la creación, y nos anima a “sentirnos en
casa dentro del universo”, explorando las ricas ambigüedades de las conexiones
metafóricas entre nosotros y el mundo, en lugar de permanecer anclados en las
abstracciones que nos separan de él.
Somos formas
surgidas de la naturaleza. En las primeras semanas después de la concepción, un
feto pasa sucesivamente por diferentes etapas en las que asume formas que
recuerdan a un pescado, a los anfibios y a otros mamíferos, lo que le supone
atravesar por una microhistoria de la evolución hasta que encuentra su propia
forma y su propio rostro.
La Ley de los
Fractales habla de cómo surgen estas formas, y las infinitas y variadas figuras
que pueblan nuestro mundo.
¿Qué son los
fractales? Son modelos que vemos por todas partes. Las hojas de un árbol, cada
rostro humano y los vasos capilares son fractales naturales. Son los modelos
recurrentes e incesantes de la naturaleza, las formas repetitivas que crea la
erosión del agua contra las rocas, las nubes en el cielo y el diseño único y
efímero de un copo de nieve.
Fractal es el
nombre científico de estos “dibujos”. El nombre fue acuñado por el matemático
Benoit Mandelbrot, y tiene amplio uso en la teoría del caos para designar a las
huellas, marcas y formas creadas por la acción de sistemas dinámicos caóticos.
Las imágenes que ilustran esta página son fractales matemáticos creados por
ordenador a través de un logaritmo. Su detallada complejidad se produce a
partir de una regla matemática simple: cada dibujo es producido por la
repetición de la misma operación, y el resultado del primer ciclo es el valor
inicial del siguiente. Esta regla, repetida una y otra vez, genera esos dibujos
de indescriptible belleza y variaciones interminables, y que contienen una
característica importante de los fractales: la autosemejanza. Si miramos
detenidamente, ciertos patrones se repiten, a mayor y a menor escala.
La
autosemejanza es una característica de las formas de la naturaleza: un árbol
produce formas autosemejantes en su tronco, que se bifurca en ramas y que se
bifurca a su vez en ramitas más pequeñas. Cada ramita contiene hojas, que a su
vez repiten el modelo dendrítico de las venas. En los fractales de la
naturaleza, lo que es auto semejante se halla mezclado con lo que es diferente,
de manera que se constituye en un desafío a la descripción. Como todo ser
viviente, el árbol repite patrones autosemejantes que lo identifican como
miembro de una especie, y a la vez tiene factores únicos y exclusivos que lo
identifican como un individuo singular.
La
autosemejanza es la que provoca que los hijos se parezcan a los padres, y que
la mirada de los simios guarde similitudes con la mirada de los humanos, sus
parientes biológicos más cercanos. La naturaleza crea variantes y formas
diferentes a partir de la repetición creativa de patrones anteriormente
existentes.
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