La comida michoacana es variada y estupenda pues,
como en el resto del país, tiene un ritual bien elaborado que permite disfrutar
los platillos y delicias de esta tierra.
Para abrir boca, lo mejor es un
buen trago de charanda, aguardiente de caña. Acompáñelo con una botana de queso
ranchero, Cotija por ejemplo, y unos deliciosos charales de Pátzcuaro o
Cuitzeo, dorados y con alguna salsa de la región.
Para una comida formal se
recomienda la famosa sopa tarasca, hecha con un caldillo especial, rajas de
chile guajillo seco, tortillas fritas en tiras, queso, crema y el mejor
aguacate de la región. Si visita Michoacán lo correcto es comer pescado blanco.
Así que el plato fuerte puede ser este rico manjar de la zona lacustre de
Pátzcuaro, preparado al gusto. Para terminar va muy bien un café de olla con un
rico ate de guayaba, especialidad de varios lugares del rumbo, o las deliciosas
morelianas (de dulce, no las de ojos grandes y risueños).
La lista de antojitos
es interminable: las corundas, deliciosos tamales de forma triangular que se
sirven con frijoles, carne de puerco en salsa roja y mucha crema; los uchepos,
también ricos tamales, pero de elote tierno que se saborean con atole; las
típicas enchiladas morelianas, con su pieza de pollo frito a un lado y su
“fruta”, que son zanahorias, chiles y papas en vinagre, y no hay que olvidar
hacerle los honores también al delicioso pozole, que cuenta con varias
versiones en la región.
Finalmente, no puede faltar el cocido de carne de
carnero de Villa Escalante; el Churipo, que también es un cocido de carne de
res pero en caldo de chile guajillo, y la famosa Olla Podrida, hecha con
aguamiel, carne de puerco, de res y de pollo, papa, zanahoria, col,
calabacitas, chícharos, joconoxtle (tuna agria), ejote, cebolla, jitomate,
rábano, ajo, laurel, tomillo, mejorana, pimienta, chile guajillo, chile serrano
y ... ¡uff! Un estómago de hierro para comerlo.
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