Este es un tema muy controvertido entre los dueños de viñedos y amantes de 
los vinos.
Algunos insisten en que es importante que algunos vinos –como el champán- se 
produzcan sólo en su localización geológica original y aseguran que pueden 
discernir la naturaleza de la tierra por el sabor.
Los escépticos, en cambio, consideran que esto es sólo una nimiedad 
subjetiva.
De acuerdo al geólogo Alex Maltman, de la Universidad de Gales, si la base 
rocosa afecta el sabor de un vino, será, como mucho, de manera indirecta y 
sutil.
Esto es porque las raíces de la mayoría de las vides no son lo 
suficientemente largas como para alcanzar la roca y por eso cualquier influencia 
llegará a través de la tierra que la cubre.
El contenido de arcilla, la porosidad y el color de esta tierra afectan a los 
nutrientes que entran a la vid, lo que podría -en principio- cambiar las 
características del vino resultante.
Pero según Maltman, no hay evidencia concluyente de que tenga un rol 
importante.
Mientras el debate de la base rocosa continua entre enólogos, degustadores y 
amantes del vino, la duda sobre su papel no existe en el caso de la producción 
de cerveza.
A diferencia del vino –que se hace principalmente con el jugo de las uvas– la 
cerveza es básicamente agua, y por eso su sabor depende en gran medida de la 
geología del lugar del que proviene.
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