El tema de porqué Homo Sapiens se volvió religioso todavía caldea muchos debates científicos. El desarrollo de nuestro inquisidor córtex cerebral nos debió poner en una situación bastante comprometida. Despertamos en un Universo (como dice Dawkins) al que encima tenemos que darle sentido. Y una forma de explicar las cosas, de unir los puntos, es la alegoría. La historia del origen de todo y de qué poderes nos gobiernan. Una historia contada como a nosotros nos gusta, a veces culebrónicamente, otras magistralmente. Tanto, que la convertimos en autoridad, y en cultura; el origen de las religiones.
Los menos amigos del hecho religioso añaden también a esto, que la necesidad de entender nuestro mundo fue bien aprovechada por aquellos que buscaban poder, y ocuparon el nicho socialmente estratégico que hoy (por ejemplo en occidente) llamamos sacerdocio (como individuo) o presbiterio (como colectivo).
La cuestión es peliaguda, y digna de estudiarse desde todos sus vértices. El pasado 8 de Febrero salió el último número de Trends in Cognitive Sciences (Tendencias en las Ciencias del Conocimiento) en la que Pyysi¬ainen y Hauser han publicado un estudio sobre la relación de la religión y la moral, en cuanto a sus orígenes. El punto de partida de su trabajo es la controversia entre los que defienden que la religión surge como una adaptación evolutiva que permitiera la cooperación entre individuos sin parentesco (es decir, que surge después del desarrollo de nuestras capacidades cognitivas), y aquellos que defienden que la religión no es más que un subproducto (sofisticado, eso sí) de lo que ya vienen haciendo otras especies cuando se comportan de forma altruista, sin por ello haber necesitado desarrollar un cerebro como el nuestro.
La manera de contestar a este dilema es la siguiente: si la religión (en cuanto a la moral) es post-cognitiva, entonces tendrá un carácter marcadamente antropológico y cultural, que permitiría a distintos pueblos desarrollar diferentes morales fundamentales. En caso contrario, habría que mirar más atrás en el árbol evolutivo para encontrar el elemento distintivo común a todas las culturas.
El estudio hace un repaso de los trabajos ya publicados en los que se muestra que diferentes culturas responden de forma análoga cuando se pregunta a sus individuos por cuestiones morales que antes no se habían planteado. Esto pone a Pyysi¬ainen y Hauser sobre la pista de que la religión es pre-cognitiva, y procede de una forma de altruismo animal que no identificaríamos como religión en primer lugar. Los autores añaden que esto no quita para que además la religión pueda ser un elemento que facilite la estabilidad y la cooperación a nivel social. La religión es además según este estudio el cauce habitual por el que las distintas civilizaciones han cristalizado sus intuiciones morales. Y estamos tan acostumbrados a que sea de esta forma, que cualquier ataque a la religión es habitualmente visto como un ataque a nuestros más básicos principios morales.
Los menos amigos del hecho religioso añaden también a esto, que la necesidad de entender nuestro mundo fue bien aprovechada por aquellos que buscaban poder, y ocuparon el nicho socialmente estratégico que hoy (por ejemplo en occidente) llamamos sacerdocio (como individuo) o presbiterio (como colectivo).
La cuestión es peliaguda, y digna de estudiarse desde todos sus vértices. El pasado 8 de Febrero salió el último número de Trends in Cognitive Sciences (Tendencias en las Ciencias del Conocimiento) en la que Pyysi¬ainen y Hauser han publicado un estudio sobre la relación de la religión y la moral, en cuanto a sus orígenes. El punto de partida de su trabajo es la controversia entre los que defienden que la religión surge como una adaptación evolutiva que permitiera la cooperación entre individuos sin parentesco (es decir, que surge después del desarrollo de nuestras capacidades cognitivas), y aquellos que defienden que la religión no es más que un subproducto (sofisticado, eso sí) de lo que ya vienen haciendo otras especies cuando se comportan de forma altruista, sin por ello haber necesitado desarrollar un cerebro como el nuestro.
La manera de contestar a este dilema es la siguiente: si la religión (en cuanto a la moral) es post-cognitiva, entonces tendrá un carácter marcadamente antropológico y cultural, que permitiría a distintos pueblos desarrollar diferentes morales fundamentales. En caso contrario, habría que mirar más atrás en el árbol evolutivo para encontrar el elemento distintivo común a todas las culturas.
El estudio hace un repaso de los trabajos ya publicados en los que se muestra que diferentes culturas responden de forma análoga cuando se pregunta a sus individuos por cuestiones morales que antes no se habían planteado. Esto pone a Pyysi¬ainen y Hauser sobre la pista de que la religión es pre-cognitiva, y procede de una forma de altruismo animal que no identificaríamos como religión en primer lugar. Los autores añaden que esto no quita para que además la religión pueda ser un elemento que facilite la estabilidad y la cooperación a nivel social. La religión es además según este estudio el cauce habitual por el que las distintas civilizaciones han cristalizado sus intuiciones morales. Y estamos tan acostumbrados a que sea de esta forma, que cualquier ataque a la religión es habitualmente visto como un ataque a nuestros más básicos principios morales.
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