Convivir con la naturaleza (foto de Jaime Cristóbal López)

jueves, 7 de marzo de 2013

¿Hablas mucho?


Cómo saber si eres un parlanchín

-¡No!, ¡no!, ¡no!, vamos a otra mesa porque en esa está Juan y no estoy de humor para sus anécdotas.
-Uy sí, qué bueno que viste a tiempo al Señor Micrófono.
-Es que cómo habla. No para desde el "hola".
-Y si intentas decir algo, no te deja terminar una frase sin interrumpir. 
-Quedarse ronco ha de ser su peor pesadilla.

Todos conocemos un Juan. Es el típico que siempre tiene algo que decir y acapara las conversaciones. Si conoce del tema, cuidado porque compartirá todo lo que sabe. Si no tiene idea no importa, encontrará la manera de desviar la charla hacia algo familiar y continuar con su monólogo. ¿Te recuerda a alguien? Tal vez a ti mismo…

No todas las personas que hablan mucho lo hacen porque creen que son más interesantes, divertidas o cultas que los demás. En muchas ocasiones esa necesidad de expresión puede ocultar otras causas, por ejemplo un exceso de ansiedad. Hay los que no saben o no quieren entrar en contacto con sus sentimientos y se valen de la palabra para evadirse. Hay también los que en su día a día viven más bien aislados y cuando encuentran la oportunidad de hablar con otro lo aprovechan al máximo. Al fin y al cabo somos seres gregarios y necesitamos de los otros. 

¿Cómo saber si perteneces al club del Bla Bla? Aquí algunas pistas: 
  • te encanta pensar en voz alta
  • te cuesta trabajo ser conciso, lo tuyo son los detalles
  • los silencios te parecen incómodos; si estás con otra persona sientes que tienen que hablar
  • te aburre escuchar o te cuesta trabajo poner atención a los demás
  • te gusta rodearte de escuchas; es probable que a tus amigos les apoden "el mudo" o "el Chaplin". 
Y bueno, ¿qué hacer? Eso de ser bocazas te puede acarrear problemas en tu vida personas y laboral si los demás se alejan de ti por ello. Si te hizo clic lo de evadir los sentimientos, lo ideal es que busques ayuda profesional. Un buen terapeuta puede ayudarte a trabajar esa ansiedad. Aquí algunos tips para no desgastar tanto el abecedario:

Abre un blog; en tu propio sitio puedes escribir todo lo que quieras y sientas. Relee todo lo que pongas en palabras y revisa si hace sentido. El proceso de escritura requiere más esfuerzo que el del habla, por lo que podrás ir más despacio al expresarte. 

¡Cállate!; ¿hace cuánto no estás en silencio? Aún cuando estamos solos podemos continuar en la inercia del diálogo  manteniendo al cerebro igual de activo que si hubiera otra persona ahí. Es importante dejar que la mente descanse para adquirir perspectivas más claras de las cosas. Existen diversas formas de ejercitar esa paz mental. La meditación, el yoga y otras técnicas de relajación te pueden ayudar. 

Escucha activamente; si haces el ejercicio de poner atención a los demás, tal vez encuentres gratas sorpresas. Hay muchas personas interesantes allá afuera que pueden aportar muchas cosas a tu vida. Abre los oídos y déjate conquistar. 

Y tú, ¿hablas mucho? 

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