Panorama histórico de la educación para los indígenas en México
Existen distintas rutas para presentar un panorama histórico de la educación.
Tratándose de la historia de la educación para los indígenas en México se
presenta una revisión que, sin romper con los cortes cronológicos más conocidos
por un público amplio, articula una historia general del lugar asignado a los
indígenas en las políticas educativas impulsadas en nuestro país, con anécdotas
locales en entidades con alta composición indígena --como Oaxaca-- y datos
diversos que ayudan a comprender cómo este sector de la población mexicana se
vio afectado o beneficiado por la implantación de dichas políticas a lo largo de
la historia.
Este capítulo
incluye cuatro apartados. El primero caracteriza la educación para los indígenas
durante la colonia como referente para identificar tanto el impase experimentado
a lo largo del siglo XIX, como las grandes transformaciones que se dieron en la
materia en el siglo XX. El segundo apartado documenta lo acontecido de la Guerra
de Reforma al Porfiriato, cuando el objetivo de construir un Estado nacional
fuerte y soberano se impuso a la definición de un proyecto educativo donde los
indígenas ocuparan un lugar específico. Hasta la revolución mexicana, la mayoría
de las escuelas a las que asistían los indígenas que radicaban en las regiones
periféricas y alejadas no estaban organizadas y se caracterizaban por su
precariedad material, deficiencias en el perfil y condiciones de trabajo de los
preceptores, además de las simplificaciones y reducciones a los contenidos,
métodos, materiales y tiempos dedicados a la enseñanza.
El tercer apartado
muestra las grandes transformaciones en la educación para los indígenas en el
siglo XX, cuando los proyectos transitaron por los senderos teóricos del
positivismo, la antropología aplicada, el pragmatismo anglosajón, el
estructuralismo antropológico y el socialismo populista. Derrotero que culminó
con el indigenismo institucionalizado y provocó, a finales del siglo XX, fuertes
críticas entre quienes definieron los nuevos enfoques interculturales y
denunciaron el impacto negativo y costo social del indigenismo en nuestro país.
En las postrimerías del siglo XX se fortalecieron categorías de nuevo cuño que
implicaron un cambio sin precedentes en el modo de entender la relación entre
los pueblos indígenas, el Estado nacional y la sociedad envolvente, asunto que
se trata en el cuarto y último apartado.
Si bien el siglo
XX sentó las bases para el ejercicio de la ciudadanía y la emergencia de una
sociedad civil fuerte --aunque dependiente de un Estado corporativo--, la no
ciudadanía a la que se vieron sometidos los indígenas fue también producto de
las políticas educativas posrevolucionarias. Para el siglo XXI, los mexicanos
requerimos de nuevas rutas para promover el tránsito de una sociedad nacional
fundada en la exclusión de amplios sectores de nuestra sociedad, exclusión que
ha implicado la negación de la ciudadanía a los indígenas, a otra de carácter
incluyente, apuntalada en un Estado fundado en el respeto a la distinción y a la
pluralidad lingüística y cultural en nuestro país.
1. La educación
para los indígenas en la Colonia
No obstante en la
cultura mesoamericana se crearon espacios educativos formales donde los
guerreros, los astrónomos y los dirigentes adquirían los conocimientos para
hacer funcionar las estructuras teocráticas y garantizar la expansión de los
grandes imperios caracterizados, en parte, por la vigencia de un sistema
vertical, jerárquico, autoritario y violento como el mexica
y la existencia de un
vínculo tributario entre las ciudades receptoras y las pequeñas aldeas, la
educación para los indígenas, propiamente dicha y sistemática, se inició en la
Nueva España durante el período colonial.
En los siglos XVI
y XVII coexistieron dos visiones paradójicas pero complementarias en torno a la
población india en nuestro país. Por una parte, en muchos lugares del actual
territorio mexicano, la administración colonial desplegó una política de
segregación social fundada en estigmas racistas y sistemas jerárquicos que
relacionaban determinados atributos biológicos, somáticos y genéticos con las
características morales, estéticas e intelectuales de razas específicas
; los colonizadores, en
su mayoría, se identificaban con la raza superior y percibían a los indios
colonizados como inferiores. Por otra, los misioneros católicos se esforzaron en
difundir el catolicismo y la castellanización entre la población aborigen,
convencidos de la capacidad de esta raza para adquirir nuevos valores culturales
acerca de la propiedad, el trabajo, el uso de la riqueza y el buen
comportamiento moral. Las órdenes religiosas desplegaron, en consecuencia,
acciones educativas sistemáticas a través de las escuelas eclesiásticas, los
seminarios y las tareas de evangelización y castellanización dirigidas a los
indios, interviniendo, más que en su eliminación, en la conformación de nuevas
identidades locales y regionales .
El proceso de
conversión religiosa no resultó, sin embargo, totalmente exitoso. A pesar de que
los frailes, los virreyes y las autoridades coloniales lucharon contra la
vigencia de los cultos antiguos y las que entonces denominaron prácticas de
idolatría, incluidas la superstición, la adivinación y el degüello de criaturas
y consumo de su carne
, habiendo sugerido
someter a los practicantes a la autoridad de la Inquisición
, los indígenas de las
regiones montañosas y alejadas simulaban su conversión al catolicismo,
manteniendo vivos sus cultos antiguos. Simular la conversión religiosa, a través
del sometimiento al bautizo en los nuevos templos católicos, ayudó a los pueblos
indios a negociar y a mantener el control comunal sobre sus tierras en las
Haciendas Coloniales, en los Repartimentos y en las posteriores Intendencias
. La autonomía relativa
de los pueblos indios se veía también favorecida por la prohibición de la mezcla
de castas
, reportándose
concepciones culturales distintas a las de los colonizadores acerca del uso y la
distribución de la riqueza, o el significado atribuido al trabajo, al ocio, la
embriaguez, los bailes y las fiestas comunitarias .
2. Los
indígenas olvidados en las escuelas de tercera clase del siglo XIX
En el siglo XIX,
la guerra de independencia se había traducido en la eliminación de las Leyes de
Indias que otorgaban derechos, obligaciones y un estatuto legal a los pueblos
lingüística y culturalmente distintivos, así como a sus territorios. Los
conflictos entre los sectores liberales y conservadores, motivados por los
primeros esfuerzos por consolidar el Estado nacional en México, marcaron nuevas
prioridades y un impase en la historia de la educación para los indígenas. Los
Institutos de Ciencias y Artes, las escuelas primarias laicas y las escuelas
normales lancasterianas propias del proyecto liberal, de modo similar a las
instituciones de enseñanza religiosa a cargo de los conservadores, se dedicaban
a difundir una variedad de opciones educativas donde lo indio no ocupaba un
lugar específico.
Triunfante, el
proyecto liberal se definió como asimilativo porque pretendió engullir la
diversidad lingüística y cultural en las entrañas de la ciudadanía y la
Ilustración, haciendo desaparecer el término indio de los documentos oficiales
de 1824 a 1917
. Este siglo se
caracterizó por la promoción de la propiedad privada, la desamortización de los
bienes eclesiásticos y comunales, así como la emergencia de conflictos no sólo
culturales, sino ideológicos, que explicaban por qué muchas localidades rurales
se oponían a los incipientes y desarticulados esfuerzos de castellanización y
expansión de la instrucción popular en los pueblos.
A finales del
siglo, al interés por consolidar un Estado nacional fuerte y soberano se sumó el
de estimular la industrialización del país; objetivo que resultó más importante
que aumentar el número de escuelas. Durante su dictadura, El General PORFIRIO
DÍAZ--inspirado en el positivismo social de AUGUSTO COMTE--
desarrolló y modernizó la red ferroviaria, la industria minera, el comercio de
manufacturas y las haciendas maiceras y cafetaleras, a fin de favorecer el
mercado de inversiones extranjeras e interno. Aunque la intensificación de las
relaciones económicas supuso la emergencia de nuevas actividades especializadas
y el desarrollo de mecanismos de acumulación diferencial al interior de los
pueblos, sus habitantes continuaron utilizando el arado egipcio para sembrar el
maíz suficiente para cubrir sus necesidades alimenticias inmediatas, mantuvieron
pequeñas pastorías de ganado y, en consecuencia, conservaron sus patrones
tradicionales de vida, de consumo y de mercadería; reportándose mayor
estabilidad política en los pueblos indígenas en comparación con el período de
la Reforma .
Además de que la
industrialización porfiriana no modificó de manera radical los mecanismos
económicos de autorreproducción de las sociedades rurales tradicionales, en
algunas entidades de la república se consideró que para que el pueblo accediera
al progreso y elevara su nivel intelectual, moral y estético resultaba necesario
jerarquizar y diferenciar las escuelas en clases. Como ejemplo, en una entidad
con alta composición indígena como Oaxaca, los planteles de párvulos y las
primarias de primera clase, al igual que las superiores, las anexas a las
escuelas normales y el Instituto de Ciencias y Artes, se fundaron en la capital
del estado, mientras las primarias de segunda y tercera clase se abrieron en las
regiones alejadas y periféricas .
En casos como este
las autoridades, los jefes políticos, los miembros de las juntas corresponsales
y los maestros coincidían en que las escuelas debían clasificarse, en orden de
importancia, como lo sostenía ENRIQUE RÉBSAMEN: del centro a la
periferia. Se consideraba que a baja demanda pocos maestros y a pocos maestros,
escuelas unitarias y de medio tiempo. Una demanda escolar alta, al contrario,
equivalía a muchos maestros que, además, debían ofrecer una educación de
carácter perfecto, en la modalidad de tiempo completo. La educación diferencial
se asociaba con el carácter urbano o periférico de los planteles,
distribuyéndose de modo desigual los escasos presupuestos dedicados a la
educación del pueblo.
Los contrastes
entre las escuelas de primera, segunda y tercera clase --en cuanto a la calidad
de los edificios, la amplitud y el número de habitaciones, la orientación, la
ventilación, la iluminación y el ornato, el estatuto de propiedad municipal o
particular, el monto dedicado al pago de rentas y las condiciones higiénicas--,
se relacionaban con el espacio geográfico que ocupaban. Las escuelas de las
capitales y las ubicadas en las cabeceras distritales cercanas a ella contaban
con las mejores condiciones materiales para la enseñanza .
Las escuelas de
tercera clase, en contraste, tenían patios de tierra, clima malsano, pésimas
condiciones higiénicas e insalubridady, en algunos casos, la única pieza se
utilizaba para las prácticas de instrucción escolar y como dormitorio de los
jóvenes solteros o del párroco del pueblo; el detrimento de la periferia a favor
del centro se comprueba al contrastar los planos arquitectónicos de los
planteles educativos en esa época.
El escaso
atractivo que representaban las escuelas para los indígenas, calificadas por
algunas autoridades escolares como mazmorras
, parecía intervenir en
la escasa participación escolar de los alumnos radicados en las regiones
periféricas del país
El carácter municipal de
muchas escuelas de segunda clase, y todas las de tercera, se traducía en
problemas relacionados con el pago a los preceptores, tanto en relación a sus
sueldos, como a los gastos derivados de sus traslados a las comunidades, los
cuales eran sufragados por ellos mismos, por los pobladores o por las
autoridades locales. Las diferencias entre la situación del maestro municipal y
el financiado por el gobierno estatal consistían más que en el pago recibido, en
la seguridad y periodicidad salarial, pues los montos destinados a las tareas de
enseñanza eran llamativamente distintos einequitativos en ambos casos.
Los frecuentes cambios y renuncias
de los maestros que dependían de los municipios se relacionaban con problemas
económicos y de salud . La hostilidad climática de los lugares alejados y
serranos, así como la inexistencia de servicios médicos en los pueblos, parecía
agregarse a las condiciones difíciles enfrentadas por los preceptores. Los
constantes permisos, los cambios y las renuncias, ya fuera por problemas de pago
o salud,
parecía indicar el poco
arraigo de los mentores en las comunidades que trabajaban. Se trataba de
personas ajenas a las localidades, que permanecían durante períodos cortos en
los pueblos y eran asignadas de acuerdo a un patrón ocupacional inestable,
caracterizado por la constante movilidad geográfica. A estos problemas se
sumaban los distintos niveles de calificación profesional de los docentes pues,
a pesar de que las disposiciones oficiales les exigían cumplir con los
requisitos básicos para su ejercicio --someterse a exámenes periódicos-- los
lugares alejados no contaban con maestros titulados y los jefes políticos
amenazaban con clausurar las escuelas o tenían que hacerlo
; contrastes que se
expresaban también en el número de libros con que contaban los maestros para
apoyar sus enseñanzas.
Las concepciones
docentes que prevalecían acerca de los indígenas, sumadas al número reducido de
maestros que atendían las escuelas periféricas, motivaban que los contenidos,
los métodos y los tiempos escolares fueran reducidos y adaptados. Algunos de los
preceptores de las escuelas de segunda y tercera clase --unitarias e
imperfectas-- proponían recortar el programa y optar por el método antiguo,
basado en la enseñanza mutua, porque consideraban imposible que un sólo maestro
atendiera a más de dossecciones de niños indígenas siguiendo el método
simultáneo. Por otro, las reducciones se justificaban a partir de las
características lingüísticas del alumnado y el objetivo de unificar el idioma
nacional. Aunque gran parte de las adaptaciones curriculares se asociaban al
escaso número de maestros, las dificultades en la enseñanza del español a los
indígenas eran también utilizadas para justificar las adaptaciones .
Los preceptores
solían asumir que los programas oficiales estatales, en el caso de las escuelas
elementales que contaban con alumnos indígenas, resultaban sobrecargados en los
dos primeros años, según la organización europea. Sugerían, en consecuencia, que
las enseñanzas se concentraran en el área de lenguaje como fundamento de la
enseñanza elemental. En la mayoría de los casos, la reducción de los programas a
la enseñanza del castellano no consideraba la lengua nativa de los alumnos como
base para el aprendizaje escolar; práctica recurrente aún cuando se contara con
alguna gramática en lengua indígena. Los maestros parecían compartir la idea de
que el monolingüismo de los alumnos en lengua indígena demandaba postergar la
atención al resto de las materias, centrándose en la enseñanza directa de la
lengua nacional.
Los preceptores
también sugerían reducir los contenidos aritméticos a la enseñanza del cálculo
elemental, verbal y objetivo, y restringir los aprendizajes a las unidades, las
decenas y las centenas, ilustradas a partir de problemas fáciles de casos
comunes en la vida doméstica
; reducción que resulta
evidente al comparar los contenidos y las materias tratados en las escuelas
elementales de las ciudades y las cabeceras municipales, con los impartidos en
las escuelas foráneas.
También eran
distintos los tiempos dedicados a la enseñanza en las escuelas de tiempo
completo y unitarias. En las primeras, las clases en primer año debían durar
quince minutos, trabajando dos y media horas en la mañana y dos en la tarde;
mientras que las impartidas en segundo deberían durar veinte minutos, cubriendo
tres horas en la mañana y dos en la tarde. Se esperaba que las clases de tercer
año ocuparan treinta minutos, acumulando cinco y media horas al día y, en cuanto
a las cursadas en cuarto año, se dedicaran treinta minutos, trabajando seis
horas por jornada. Dos preceptores podían estar con los alumnos de tercero y
cuarto, mientras dos ayudantes tenían a su cargo el primero y el segundo grado.
En la mañana se impartían lengua nacional, aritmética, enseñanza intuitiva,
ciencias naturales, agricultura, historia y geografía, y en las tardes
caligrafía, dibujo, instrucción cívica, moral, canto y labores de mano para las
niñas.
En las escuelas
unitarias, en contraste, cuando los niños y las niñas asistían mañana y tarde,
el maestro impartía clases simultáneas a grados escolares distintos,
fragmentando los tiempos en segmentos extremadamente breves. En estos casos, el
recreo sólo se justificaba cuando se advertían fatigadas las facultades de los
alumnos.
3. La educación
para los indígenas en el siglo XX
Del olvido al
reconocimiento de la diversidad lingüística y cultural en nuestro país, entre
los siglos XIX y XX, se experimentó una profunda revolución política y
paradigmática. Aunque durante el período posrevolucionario el carácter
sistemático de las políticas educativas dirigidas a las poblaciones indígenas
fue similar al colonial --en tanto se diseñaron estrategias educativas
específicas para este sector de la población--, los proyectos fueron
radicalmente distintos porque el del siglo XX se fundó en la necesidad de
consolidar el poder y el control federal del Estado
, así como una nación
moderna homogénea. Lejos de configurar un discurso coherente, las políticas
educativas para los indígenas durante el siglo XX se definieron al interior de
un campo lleno de fisuras, contrastes, continuidades, traslapes y rupturas.
3.1 Del
intelectualismo latino a la antropología aplicada
En una primera
época, JOSÉ VASCONCELOS --inspirado en el intelectualismo latino que
llevó a la creación de la Secretaría de Educación Pública en 1921-- intentó
recuperar a los indígenas de su estado de barbarie y fusionar las herencias
india y española en la Raza Cósmica. Las primeras Escuelas Normales Rurales, las
Escuelas Rurales o Casas del Pueblo, y las Misiones Culturales, asumieron un
rostro fuertemente influido por el humanismo literario.
MANUEL GAMIO, al
frente del Departamento de Educación y Cultura Indígena, alteró este rostro y,
como alumno del antropólogo norteamericano FRANZ BOAS, pensó en el cambio
cultural como una síntesis irrepetible que implicaba, más que la fusión de
culturas en una raza universal, la gestación de procesos de adaptación, difusión
y creación cultural únicos y particulares. Considerando que el México mestizo e
indígena debían reconocerse en su especificidad, Gamio propuso acciones
legislativas que aseguraran la autonomía de los pueblos, el respeto y la
vigencia del derecho tradicional, la restitución de las tierras comunales, y la
preservación y cultivo de las lenguas propias
. Su experiencia en el
proyecto regional del Valle de Teotihuacán --cuyo mayor éxito se dio en el plano
educativo--, así como su convicción acerca del valor político que tenía la
antropología aplicada para México, lo llevó a insistir en la importancia de
reconocer la cultura indígena en la construcción del Estado nacional
posrevolucionario. Aplicada a la acción gubernamental, la antropología
intervendría en el cambio integral de las relaciones sociales, de los sistemas
culturales y de la relación entre los pueblos indígenas y la sociedad nacional;
tesis que coincidía con los objetivos del populismo naciente, de corte
agrarista, heredero del pensamiento revolucionario de RICARDO FLORES MAGÓN y
EMILIANO ZAPATA.
3.2 La escuela
de la acción como dispositivo pedagógico
Durante la
presidencia de PLUTARCO ELÍAS CALLES, con JOSÉ M. PUIG CASAURANC
al frente de la Secretaría de EducaciónPública, el subsecretario MOISÉS SÁENZ
dejó atrás el intelectualismo latino de JOSÉ VASCONCELOS y la
antropología aplicada de MANUEL GAMIO, aunque también buscó rutas viables
para hacer realidad el proyecto agrarista posrevolucionario. A partir de un
discurso inspirado en el pragmatismo e integralismo, Sáenz diseñó un dispositivo
pedagógico que, sustentado en acciones escolares prácticas --como el trabajo en
los gallineros, los huertos, las hortalizas y las parcelas escolares--,
intervendría al lado de las comunicaciones y el trabajo social y comunitario en
la consolidación del espíritu rural, del reparto agrario y del arraigo local de
nuevas formas de producción
. En el discurso de
Sáenz, tal dispositivo influiría integralmente en los campos económico, de la
salud, educativo y recreativo, subordinando al indio, su lengua y su cultura a
una comunidad nacional imaginada
e integrada por la
nueva clase rural; de ahí que Sáenz negara la existencia del indio en México .
En un país cuya
industria se encontraba en manos extranjeras y el poder se concentraba en los
curas católicos, los caciques locales y los terratenientes, el pragmatismo
social norteamericano se convertía en garantía de un desarrollo nacional tipo
farmer. Para JOHN DEWEY --fuente de inspiración de Sáenz-- las
distinciones culturales debían subsumirse al concepto de clase social y al
ideario democrático del pragmatismo, el cual intervino en el diseño de los
modelos educativos rurales. Las Misiones Culturales, las Escuelas Centrales
Agrícolas, las Normales Campesinas y las Escuelas Rurales, se identificaron con
la escuela de la acción, fundada en la motivación, el respeto a la personalidad,
la autoexpresión, la vitalización del trabajo, el método por proyectos, el
aprender haciendo y, sobre todo, la promoción de la democracia comunitaria por
medio de la educación.
La Casa del
Estudiante Indígena, catalogada como el "experimento" desarrollado por Sáenz en
la capital de la república, mostró cómo los indios --no obstante sus diferencias
raciales con los europeos-- podían superar la distancia evolutiva que los
separaba de la civilización occidental, vía su tránsito y experiencia al
interior de un dispositivo de tipo pedagógico. Los pocos internos que soportaron
las precarias condiciones institucionales y superaron el conflicto que les
implicó asistir a escuelas destinadas a la población criolla y mestiza,
terminaron por integrarse a la vida citadina, optaron por actividades laborales
relacionadas con la industria naciente y solicitaron su ingreso a las escuelas
preparatorias, secundarias y técnicas de la capital .
Bajo ese
paradigma, la Escuela Rural consideraba la objetivación del indio como la
materia etnográfica de los propósitos integralistas y populistas de la época.
Documentar la cultura, las prácticas económicas y las tradiciones nativas,
permitiría a la escuela sustituir estos rasgos. Las actividades agrícolas, las
artes populares, la música patriótica, las danzas regionales y las artes
marciales, entre otras formas de intervención pedagógica, se realizaban para
reinterpretar las culturas locales
y, en congruencia,
castellanizar y alfabetizar a los indígenas se asumían, sin preámbulo pedagógico
alguno, como tareas escolares de sustitución lingüística inmediata
. Para Sáenz, el acceso
a la ciudadanía entre los indígenas dependía, en pocas palabras, de su
transformación en campesinos emprendedores.
3.3 La escuela
socialista como dispositivo corporativo
Durante el
gobierno de PASCUAL ORTÍZ RUBIO, el abogado socialista NARCISO
BASSOLS, secretario de educación pública entre 1931 y 1932, revolucionó el
pensamiento educativo por medio de un enfoque no únicamente enfocado a la
modernización del campesinado, sino a la integración política y socioeconómica
del país vía la inclusión corporativa de los distintos sectores sociales. Las
Escuelas Regionales Campesinas --que fusionaron las Escuelas Centrales
Agrícolas, las Normales Rurales y las Misiones Culturales--, los Internados
Indígenas Regionales --inspirados en la Casa del Estudiante Indígena clausurada
en 1932-- y el resto del aparato escolar, dejaron de ser únicamente dispositivos
pedagógicos para convertirse en dispositivos corporativos. El lento proceso de
federalización de los planteles dependientes de los estados y municipios, derivó
en beneficios no sólo financieros sino políticos para las élites indígenas
locales, interesadas en participar al interior del nuevo Estado interventor .
La integración
socioeconómica impactó los preceptos constitucionales en materia educativa y
Bassols, ratificado como secretario del ramo por ABELARDO L. RODRÍGUEZ,
propuso modificar el artículo tercero imprimiendo a la educación que impartiera
el Estado el carácter socialista. Después de la muerte de Sáenz, durante la
presidencia del General LÁZARO CÁRDENAS, aunque aquel le había sugerido
crear un Departamento Autónomo de Asuntos Indígenas inspirado en la Estación
Experimental de Incorporación del Indio de Carapan Michoacán
, el proyecto quedó en
manos de los ideólogos socialistas.
La Escuela
Socialista, aprobada al inicio de la presidencia cardenista, instauró un
discurso político donde el Estado aparecía como la única instancia de control
del proyecto educativo
; proyecto que, opuesto
a la influencia del clero, alteró la vida cotidiana de muchas comunidades,
agudizando los conflictos religiosos provocados antes por las políticas
callistas
. La inclusión
corporativa implicó la creación de nuevos departamentos, instancias de
organización e instituciones oficiales, que actuaron como los órganos de
representación de los sectores obrero, campesino y popular frente al Estado y
partido oficial institucionalizado .
Se creó, de este modo,
una nueva comunidad nacional imaginada
, construida a partir
de las instituciones de Estado.
El socialismo
mexicano, representado entre otros por GENARO VÁZQUEZ y VICENTE
LOMBARDO TOLEDANO, imaginó a los indígenas como ejidatarios dependientes de
las Ligas Campesinas y los Comités Agrarios, integrados a la Central Nacional
Campesina y al Partido Nacional Revolucionario. Se partía de la necesidad de
mexicanizar a los indígenas a través de la Reforma Agraria, el acceso a las
nuevas tecnologías y, sobre todo, el control que sobre ellos tendrían los
aparatos de Estado recién creados. Incorporación a la sociedad nacional que, sin
menospreciar la cultura indígena, los imaginó como actores potenciales del
desarrollo capitalista, asimilados por la subordinación de la superestructura
ideológica a la estructura económica, a la conciencia de clase. La especificidad
lingüística y cultural de los pueblos indígenas, sometida al paradigma
positivista comtiano en los años 20 y al pragmatismo social en la época de
Sáenz, mantuvo tal estado al interior del etapismo marxista promovido por el
General Cárdenas.
Muchas escuelas
tuvieron que asumir el ideario socialista y revolucionario; discurso
representado por los nuevos aparatos políticos y administrativos articulados a
la Reforma Agraria y al principio de la soberanía nacional, asociado con la
expropiación petrolera. El control ideológico sobre los directores y maestros de
escuela para entonces federalizados, algunos de ellos originarios de los mismos
pueblos indígenas, era férreo. La Secretaría de Educación Pública les exigía
apegarse al Plan de Acción de la Escuela Socialista, leer la revista El Maestro
Rural y renunciar a sus tradiciones, creencias y fanatismos pues, de lo
contrario, los agentes del control político e ideológico adscritos a las Uniones
de Maestros Socialistas los denunciaban
. La vida cotidiana de
las comunidades se vio así afectada ya no sólo por asuntos jurisdiccionales
relacionadas con las acciones emprendidas al interior del dispositivo pedagógico
sino, sobre todo, por la introducción de nuevas formas de organización
administrativa (regiones escolares), social
(uniones, comités y
campañas) y productiva (cooperativas, clubes y cajas de ahorro)
; impacto político que
distinguió al proyecto educativo socialista del fundado en la escuela de la
acción.
3.4 El
indigenismo institucional
Con la creación
del Departamento Autónomo de Asuntos Indígenas (DAAI), la antropología adquirió
el status de ciencia oficial
, inaugurándose también
el indigenismo oficial
. La inclusión
corporativa de los indios al sector campesino convertía al DAAI, a cargo de
MIGUEL OTHÓN DE MENDIZÁBAL, en una instancia de verificación y
seguimiento de las políticas socialistas hacia esta población, sin injerencia en
la definición de las mismas. Las primeras discusiones sistemáticas en torno a la
enseñanza bilingüe, asociadas con la presencia del Instituto Lingüístico de
Verano y las conclusiones derivadas de la Asamblea de Filólogos y Lingüistas que
se realizó en 1939, concluyeron en la aprobación del proyecto tarasco de
MAURICIO SWADESH, cuyo objetivo estribó en alfabetizar a los indígenas en
lengua nativa para garantizar tanto su desarrollo cultural, como su
castellanización.
A pesar de la
influencia de diversas organizaciones étnicas en las acciones coordinadas por
MIGUEL OTHÓN DE MENDIZÁBAL --como la que ejercieron los maestros tarahumaras
para realizar en 1940 el Primer Congreso Indigenista Interamericano en
Pátzcuaro, Michoacán
-- las especificidades
lingüísticas, culturales y étnicas de los pueblos indígenas, así como su
necesaria inclusión ciudadana en el proyecto nacional, se diluyeron a favor de
la búsqueda de alternativas que modificaran las relaciones de explotación
impuestas a la llamada "clase indígena".
En consecuencia y
dos años más tarde, durante la presidencia de MANUEL ÁVILA CAMACHO y
estando al frente del Departamento Autónomo de Asuntos Indígenas GONZALO
AGUIRRE BELTRÁN, el indigenismo institucionalizado dirigió su atención a las
regiones de refugio. La configuración regional, para Aguirre Beltrán,
relacionaba a indios y ladinos, a la vez que reproducía el colonialismo y las
relaciones de trabajo precapitalistas. Se rompía, en este sentido, con la
concepción atomística y folk de la aculturación que sostenían la antropología
funcional británica de BRONISLAW MALINOWSKI y la antropología social
estructuralista de JULES HENRY, ROBERT REDFIELD y ELSIE PARSONS
, generándose una
interesante teoría política acerca del cambio cultural en las regiones
interculturales de México.
JULIO DE LA
FUENTE, con preocupaciones más enfocadas a la acción educativa que al diseño
de políticas públicas, aprovechó la
experiencia
antropológica que tuvo en Oaxaca al lado de BRONISLAW MALINOWSKI
para profundizar en los
cambios y conflictos comunitarios provocados por los desequilibrios sociales y
económicos que estructuraban, al interior de una misma región, las redes
indio-ladinas. Aunque coincidió con Aguirre Beltrán en el predominio de
relaciones interétnicas de carácter dominical en estas regiones, así como en su
crítica a las idealizaciones comunitarias que emanaban de los trabajos de
Redfield y Parsons
, De la Fuente insistió
en que la liberación de los indígenas como clase explotada dependía no sólo de
la creación de un aparato institucional, sino de acciones educativas y
culturales de alcance regional que dependían de la acción de los maestros
rurales.
A las acciones
educativas que inició en 1944 el Instituto para la Alfabetización en Lenguas
Indígenas, las cuales recuperaron los aportes de MAURICIO SWADESH, se
agregaron las del Instituto Nacional Indigenista (INI) fundado en 1948 bajo la
dirección de ALFONSO CASO
. La propuesta del
presidente MIGUEL ALEMÁN de crear el INI contó con el apoyo directo de
GONZALO AGUIRRE BELTRÁN y, tres años más tarde, JULIO DE LA FUENTE
se hizo cargo de la Comisión Técnica del Instituto. Creada la Dirección General
de Asuntos Indígenas, los internados se convirtieron en Centros de Capacitación
Económica y Técnica .
Durante las dos
décadas que siguieron a la creación del INI, Mientras GONZALO AGUIRRE
BELTRÁN sistematizó las tesis políticas del indigenismo institucionalizado
, De la Fuente
profundizó en el indigenismo aplicado a la educación, sosteniendo que la
aculturación escolar espontánea debía sustituirse por acciones sistemáticas que
revirtieran las altas tasas de analfabetismo y rompieran con el monopolio de la
comunicación intercultural en manos de los indígenas letrados o intermediarios
bilingües
. Retornando a las
preocupaciones de Sáenz en torno al dispositivo pedagógico, De la Fuente supuso
que la escuela podía funcionar como espacio de transición inducida de las
culturas indígenas a la mexicanidad, a la civilización y a la modernidad. La
alfabetización, la preparación técnica y el desarrollo profesional entre los
indígenas conducirían a su transformación cultural e integración nacional. Bajo
esos supuestos, la escuela bloquearía el desarrollo de mecanismos
contra-aculturativos, estimularía la movilidad social de los actores y
facilitaría la transformación de las castas tradicionales en clases sociales
estructuradas; retorno al ideario político de Aguirre Beltrán y al interés en la
escuela como dispositivo corporativo.
3.5 La escuela
indígena institucionalizada
Durante el sexenio
de LUIS ECHEVERRÍA ÁLVAREZ, la institucionalización del indigenismo en
materia educativa se inició con la creación de la Dirección General de Educación
Extraescolar en el Medio Indígena, la cual impulsó el servicio nacional de
promotores culturales y maestros bilingües extraídos de las propias comunidades.
Apoyados en una fuerte estructura administrativa, los nuevos agentes culturales
se multiplicaron y participaron en el Primer Congreso Nacional de Pueblos
Indígenas realizado en Pátzcuaro, Michoacán en 1976; se integraron al Consejo
Nacional de Pueblos Indígenas (CNPI) e intervinieron en la redacción de la Carta
de las Comunidades Indígenas. El Instituto Nacional Indigenista, la Secretaría
de la Reforma Agraria y la Confederación Nacional Campesina, como aparatos de
Estado, articularon las demandas de los maestros bilingües a través de diversas
acciones .
Echeverría diseñó
una política cultural de carácter mitológico que se tradujo en la revitalización
de las formas tradicionales de autoridad indígena (Consejos Supremos, Consejos
de Ancianos, Bastones de Mando, entre otras), de las prácticas de ornamentación
y rituales (apertura de los centros ceremoniales mazahua y otomí) y de un
proceso de indianización apuntalado sobre una ingeniosa utilería
. No obstante el
discurso educativo se manifestó a favor de una Educación para Todos, la
coyuntura resultó favorable a los maestros y promotores bilingües en vías de
institucionalización, integrados primero en la Asociación de Profesionales
Nahuas A. C. (OPINAC) y más tarde en la Asociación Nacional de Profesionales
Indígenas Bilingües (ANPIBAC). Los maestros y promotores bilingües organizados
argumentaron la necesidad de crear un sistema educativo especial que
proporcionara a los indígenas educación básica, normal y aún universitaria
incidiendo en la
construción de nuevas vías para la reproducción del cacicazgo cultural en los
pueblos indios .
El interés gremial
de los actores coincidía también con la emergencia de dos paradigmas
alternativos, la antropología crítica
y el esencialismo
etnisista
. Con la creación de la
Dirección General de Educación Indígena (DGEI) en 1978, como respuesta a las
presiones que los maestros y promotores bilingües ejercieron sobre el secretario
de educación, se legitimó el modelo educativo bilingüe bicultural .
http://biblioweb.tic.unam.mx/diccionario/htm/articulos/sec_5.htm
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