Convivir con la naturaleza (foto de Jaime Cristóbal López)

lunes, 4 de marzo de 2013

La mala nota del Bullying



La mala nota del Bullying

El fenómeno está latente en los colegios —públicos y privados— en Venezuela. Ya se cuentan algunos brotes y expertos aseguran que es necesaria la participación de los padres para evitar desgracias.
Luis tiene 10 años dando clases en una escuela pública, en un barrio caraqueño. A medida que avanzan sus cursos y recibe nuevos alumnos se da cuenta cómo el problema de la violencia doméstica abarca cada vez más espacios, llegando directamente a las escuelas, lo cual le genera gran horror y desesperanza, al observar cómo esta situación en lugar de revertirse, se agrava. Es indudable que las virtudes y vicios de la sociedad también se sientan en los pupitres, afectando a su comunidad.
Reconoce que hasta los momentos en su institución no han tenido que enfrentar graves conflictos, que implique un alumno gravemente herido o hasta fallecido, como ocurrió a principios de años en el colegio Andrés Bello, donde falleció Michell Andrea Buraglia, de 16 años, tras recibir un disparo por equivocación por parte de un compañero, que pretendía vengarse de su novia, quien lo había dejado pocos días atrás. El hecho se registró en las canchas del centro educativo.
Sin embargo, hace énfasis en que han tenido que mediar y ser aún más estrictos para evitar que los abusos cometidos por los alumnos de los grados superiores de la educación primaria en contra de los menores se incrementen o se escapen de sus manos. Cree que el hecho de tener niños hasta el sexto grado ha incidido en que no vivan momentos más dramáticos.
“Los sobrenombres son una constante, tengo prohibido en mi salón el uso de apodos, porque todos implican burla. Recientemente tenía a una niña que le decían ‘La China’ y a un niño que le decían ‘Negro’, en cuatro meses he logrado que —por lo menos— en mi presencia los llamen por sus nombres”, indica el educador.
Desde su escuela, ubicada en San Agustín, zona populosa de la ciudad capital, explica que el año pasado debió quitarle en tres oportunidades un arma, calificada como blanca, a un alumno de tercer grado, que la llevaba entre sus utensilios escolares. “Primero le quité un cuchillo, luego un exacto y, por último, una hojilla. Cuando le preguntamos porqué consideraba que debía usar estas herramientas en la escuela nos contestó: ‘para mi defensa’”.
De acuerdo con un estudio realizado por el ministerio de Educación, el año pasado, entre 11 mil estudiantes, con edades comprendidas entre 12 y 18 años, uno de los lugares percibidos por los propios alumnos como más peligroso en los planteles educativos es la puerta de salida, seguido por los baños, según reveló la titular del despacho, Maryann Hanson, en un foro realizado en Caracas.
Esta información es ratificada por Luis, quien señala que “generalmente los abusos se producen mayormente en la hora de la salida. En los portones, ya fuera de las instalaciones de los planteles, es cuando los más grandes aprovechan para acosar a los más pequeños. Le quitan su dinero, los obligan a comprarles helados, entre otras cosas”.
Recuerda que en un oportunidad un conflicto generado en la salida se extendió hacia el interior del colegio, cuando un alumno de sexto grado hirió ligeramente a otro con una navaja, en el patio de la escuela.
“Es horrible ver los niveles de violencia de los niños, los juegos son todos rudos, consisten en caerse a patadas hasta que alguien caiga al piso o derrumbar al otro, aplicando distintas llaves, hasta verlo sobre el pavimento y luego todos le caen encima. Es impresionante cómo niños de primer grado se mezclan con los más grandes y participan de estos juegos, recibiendo golpes con la misma intensidad que lo reciben sus compañeros más grandes”.
Considera que uno de los problemas fundamentales en el tema de la violencia escolar es la falta de participación de los padres, hay mucho desinterés y apatía en torno a la educación y al desarrollo de sus hijos. “Nos ven como unas guarderías, donde dejan a los niños por cinco horas, nada más”.
“Esta semana mandé cinco hojas de notificación a cinco niños, uno solo me la entregó firmada al día siguiente. Tuve un niño que le cité a su representante por un problema en el salón. El niño no le dijo nada a sus padres, pero su mamá llegó a la escuela al día siguiente a buscarlo, por casualidad, cuando le comenté de la citación, solo sonrió y le dio un beso al niño, diciéndole: “cómo se te olvidó decirme”.
Esta tendencia señalada por el educador también es ratificada en el estudio practicado por el ministerio de Educación, en colegios públicos y privados de los 24 estados del país. Según la encuesta realizada entre los estudiantes la mayor participación de los padres en relación con las actividades académicas está vinculada exclusivamente con el retiro de boletines y reuniones ocasionales, y esto solo en el caso del 30 por ciento de los alumnos.
Por tal motivo, la ministra Hanson hizo un llamado para fortalecer la relación familia, comunidad, escuela, ya que esta situación solo se solventará en la medida que la familia participe de manera activa y se incorpore al proceso educativo de su hijo, además considera que hay demasiada laxitud en torno a las fallas que puedan tener sus hijos en la etapa escolar, tales conclusiones también son resultados de las evaluaciones realizadas el año pasado.
La funcionaria se mostró escandalizada ante la tendencia observada en el estudio. Ante la pregunta de si tus padres te castigan si consumes drogas, utilizas armas de fuego o mantienes relaciones sexuales, la gran mayoría —por encima del 70 por ciento— señaló que no.
Para la representante del ministerio el problema de la violencia escolar todavía no asciende a grandes dimensiones en el país, pero sí presenta “una tendencia que debe ser revertida”. Hanson aseguró que la intención del ministerio no es ocultar el sol con un dedo o hacer igual que el avestruz; sin embargo, fue enfática al señalar que la denuncia no se puede hacer desde lo puramente empírico, debe contar con una base que exponga de forma clara la realidad en torno al tema estudiado.
En voz de la ministra, los alumnos —en su gran mayoría— no ven las escuelas como sitios donde corran peligro, no son espacios donde se mezclan con armas de fuego o blancas ni con drogas, esto de acuerdo con la evaluación. No obstante, es necesario implementar correctivos y mantenerse alertas antes situaciones que no deben ser permitidas.
Para miembros de Organización No Gubernamentales dedicadas a la educación y al desarrollo de los niños y adolescente, la violencia escolar sí representa un problema que requiere de la atención de todos los sectores, aclarando que no se llega a la gravedad de otros países como Estados Unidos, donde los tiroteos en planteles educativos abarcan amplios titulares en la prensa nacional e internacional, más veces de lo que se desearía.
Oscar Misle, coordinador de Cecodap, asegura que la violencia ha penetrado en los colegios venezolanos , porque “la escuela no escapa a la realidad nacional. Es una microrepresentación de la sociedad. Todas las manifestaciones de violencia, de dificultad para resolver conflictos de manera pacífica, se trasladan a la escuela, que se supone es el espacio que —en teoría— debe ser el lugar donde los niños tendrían que estar más protegidos”.
Una prueba de ello es una situación vivida en un colegio privado, del este de Caracas, dirigido por miembros de la Iglesia Católica, donde fueron sorprendidos el año pasado cinco jóvenes de quinto año, quienes llevaron a la institución insecticidas, tirro y bolsas plásticas. Pretendían envolver en las bolsas a niños de séptimo grado, luego de rociarlos con la sustancia tóxica.
De manera inmediata, las autoridades del colegio llamaron a los representantes de los menores involucrados en el hecho y a las autoridades del Ministerio Público, para que tomaran cartas en el asunto, hecho que —al parecer— de Misle es la actuación correcta. El experto estima que la impunidad y el hacerse de la vista gorda por el prestigio de la institución sólo contribuyen a agravar la situación.
En torno a las soluciones necesarias para revertir esta situación, el coordinador de Cecodap indicó que en los actuales momentos algunas instituciones están enfocadas en colocar detectores de metales, obligar a los alumnos a llevar bolsos plásticos transparentes, instalar cámaras de seguridad en los pasillos e implementar vigilancia, en procura de protegerse de las amenazas del entorno, pero “es más importante que sepamos que llevan nuestros hijos en los morrales y no desde el punto de vista material, sino emocional”.
Explicó que las angustias, miedos por las advertencias realizadas a diario desde sus casas influyen en el desarrollo del niño. Si el niño vive la violencia intrafamiliar indiscutiblemente repetirá lo observado en su casa, porque va a entender que cuando alguien no cumple con sus expectativas lo puede agredir.
Misle comparte la misma preocupación de la ministra Hanson al asegurar que una de las soluciones de este problema pasa obligatoriamente por la participación de los papás. “Si los padres no participan, si los padres están ausentes, si los padres no asumen el rol que les toca, no vamos a logra prevenir, solo actuaremos cuando me rompan la cara o cuando le den el tiro a la muchacha, como ocurrió en el liceo Andrés Bello, a principios de año”.
Mientras tanto, Luis hace votos para que la violencia choque con la tiza y el pizarrón, y que sus alumnos no vean en la deserción y las armas la manera de surgir en la vida, como ocurrió con Ely, estudiante tímido, callado, con grandes problemas en lectura y matemáticas, quien solo acudió a pocas clases del sexto grado. Hoy en día, es el líder de su sector y con 15 años ya tiene dos homicidios en su cuenta personal.

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