Convivir con la naturaleza (foto de Jaime Cristóbal López)

jueves, 7 de marzo de 2013

COMO EDUCAR A NUESTROS HIJOS

La mayoría de los padres nos preguntamos qué es la educación, para qué sirve y cómo se lleva a cabo. Encontrar el punto medio parece tan difícil como caminar en la cuerda floja... Pero es más fácil de lo que creemos.

En casa
El niño necesita sentir que su familia es estable, sólida e incondicional. El pequeño tiene que sentir que su casa es el lugar al que pertenece de forma incondicional y donde tiene los mismos derechos y obligaciones que los demás.
El hogar tiene que ser un lugar seguro para poder expresarse libremente sin temor a las represalias. Esto incluye tanto las expresiones positivas (juegos, gritos, risas, etc.), como las negativas (pataletas, malos humores, llanto, etc.). Respuestas como: "En mi casa te comportarás como yo mande" son indicaciones de que realmente aquella no es su casa y es un lugar inseguro porque está condicionado a que se comporte "bien".
Una personalidad segura
La estrecha relación del bebé con su madre es vital, pues la única forma que tiene de saber que existe es a través de ella. Mamá, junto a las demás personas de su entorno, le dicen al niño quién es y qué es.
Los cimientos de la personalidad se forman desde el nacimiento del bebé. Cuando el recién nacido necesita comida o mimos, lo manifiesta, y si no quiere algo, también lo hace saber. Esta capacidad es la base de la autoestima del niño. Conviene respetar su ritmo y sus demandas porque cuando comunica una necesidad y ésta queda satisfecha, el bebé se siente poderoso e independiente.
Cariño y apoyo
Los niños necesitan cariño y apoyo incondicional. Debemos apoyar las decisiones positivas de nuestro hijo y comentar y discutir las negativas (las que no gustan a los padres). Así, el pequeño puede aprender a negociar o a convencer a los demás, y a reconocer sus errores. El "No, porque lo digo yo", no es una forma constructiva de educar.
Dos grandes errores
1. Ser demasiado permisivos
Satisfacer las necesidades de los hijos no implica satisfacer todos sus deseos. Ellos no conocen los límites y nosotros debemos discernir entre una necesidad y un capricho. Esto no siempre es fácil ya que la satisfacción de un capricho puede ser una necesidad real para un niño.
El niño al que se le da todo lo que quiere se puede hacer una idea equivocada del mundo. Pensar que tiene un derecho innato le puede causar problemas graves de enfrentamiento con la realidad cuando sea adulto.
Otra consecuencia puede ser que el niño no aprenda a resolver conflictos. Si los padres siempre dicen que sí a todo, no sabrá negociar y se encontrará en desventaja cuando sea mayor.
La excesiva permisividad surge cuando los padres no dedican suficiente tiempo a sus hijos y les compensan dándoles lo que quieren. Es evidente que los regalos y las chucherías son pobres sustitutos de los padres y solo empeoran las cosas.
2. Ser demasiado rígidos
·         La rigidez exagerada es tan dañina como la permisividad excesiva.
·         Lo que es válido un día puede no serlo al siguiente. Las necesidades de los hijos son complejas y requieren que los padres se den cuenta de sus pormenores.
·         Si explicamos a los niños el porqué de nuestras decisiones, verán su lógica (aunque no estén de acuerdo), y las acatarán con más facilidad.
·         Los hijos educados con flexibilidad tienden a transformarse en adultos más seguros y abiertos que los que han sido sometidos a reglas arbitrarias y rígidas.
Hacerlo bien es sencillo
El secreto está en tener un contacto profundo y verdadero con los hijos. No basta con estar simplemente en la misma habitación. Hay que escucharles, mirarles sin prejuicios y aceptarles tal y como son. Cuando existe este contacto profundo, los padres no tienen problemas para discernir qué hacer en cada situación, pues sienten las necesidades de sus hijos como si fuesen las suyas propias

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